FUENTE: Futuro 360

OceanOneK sentará las bases para el desarrollo de nuevos proyectos de ingeniería submarina más segura, como la reparación de embarcaciones, muelles y tuberías. Durante sus próximas misiones, planea explorar un barco a vapor hundido en el lago Titicaca, ubicado en la frontera de Perú y Bolivia.

Un robot creado en la Universidad de Stanford en California se sumerge en naufragios y aviones hundidos de una manera que los humanos no pueden. Conocido como OceanOneK, el robot permite que sus operadores se sientan como exploradores submarinos también.

OceanOneK se asemeja a un buzo humano desde el frente, con brazos, manos y ojos que tienen visión 3D, capturando el mundo submarino a todo color.

La parte posterior del robot tiene computadoras y ocho propulsores multidireccionales que lo ayudan a maniobrar con cuidado en los frágiles barcos hundidos.

Cuando un operador en la superficie del océano usa controles para dirigir OceanOneK, el sistema de retroalimentación háptica (basada en el tacto) del robot hace que la persona sienta la resistencia del agua, así como los contornos de los artefactos.

Las capacidades táctiles y visuales realistas de OceanOneK son suficientes para que las personas sientan que se sumergen en las profundidades, sin los peligros o la inmensa presión submarina que experimentaría un buceador humano.

El especialista en robótica de la Universidad de Stanford, Oussama Khatib, y sus estudiantes se asociaron con arqueólogos de aguas profundas y en septiembre comenzaron a enviar al robot a inmersiones. El equipo acaba de terminar otra expedición submarina en julio.

Hasta ahora, OceanOneK ha explorado un avión Beechcraft Baron F-GDPV hundido, el barco de vapor italiano Le Francesco Crispi, un barco romano del siglo II frente a Córcega, un avión Lightning P-38 de la Segunda Guerra Mundial y un submarino llamado Le Protée.

El Crispi se encuentra a unos 500 metros por debajo de la superficie del mar Mediterráneo.

“Te estás moviendo muy cerca de esta asombrosa estructura, y algo increíble sucede cuando la tocas: realmente la sientes”, dijo Khatib, profesor de Weichai en la Escuela de Ingeniería de Stanford y director del Laboratorio de Robótica de Stanford.

“Nunca había experimentado algo así en mi vida. Puedo decir que fui yo quien tocó el Crispi a 500 metros. Y lo hice, lo toqué, lo sentí”.

OceanOneK podría ser solo el comienzo de un futuro en el que los robots asuman la exploración submarina que es demasiado peligrosa para los humanos, ayudándonos a ver los océanos de una forma completamente nueva.

El desafío de crear a OceanOneK y a su predecesor, OceanOne, fue construir un robot que pudiera soportar un entorno submarino y la inmensa presión a varias profundidades, dijo Khatib.

OceanOne hizo su debut en 2016, explorando el buque insignia naufragado del rey Luis XIV, La Lune, que se encuentra a 100 metros por debajo del Mediterráneo a 32 kilómetros del sur de Francia. El naufragio de 1664 permaneció intacto por los humanos.

El robot recuperó un jarrón del tamaño de una toronja y Khatib sintió las sensaciones en sus manos cuando OceanOne tocó el jarrón antes de colocarlo en una canasta de recuperación.

La idea de OceanOne surgió del deseo de estudiar los arrecifes de coral dentro del Mar Rojo a profundidades más allá del rango normal para los buceadores. El equipo de Stanford quería crear algo que se acercara lo más posible a un buzo humano, integrando inteligencia artificial, robótica avanzada y retroalimentación háptica.

El robot mide aproximadamente 1,5 metros de largo y su cerebro puede registrar el cuidado con el que debe manejar un objeto sin romperlo, como corales o artefactos erosionados por el mar. Un operador puede controlar el bot, pero está equipado con sensores y cargado con algoritmos para que pueda funcionar de forma autónoma y evitar colisiones.

Si bien OceanOne fue diseñado para alcanzar profundidades máximas de 200 metros, los investigadores tenían un nuevo objetivo: 1 kilómetro, de ahí el nuevo nombre de OceanOneK.

El equipo cambió el cuerpo del robot utilizando una espuma especial que incluye microesferas de vidrio para aumentar la flotabilidad y combatir las presiones de 1.000 metros, más de 100 veces lo que experimentan los humanos al nivel del mar.

 

 

 


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