La inteligencia artificial es una prolongación de las capacidades humanas, pero no puede sustituirlas

FUENTE: www.eleconomista.es

AUTOR: I. Gaspar

El reconocimiento de voz, los coches autónomos, la precisión de los motores de búsqueda o las recomendaciones de las plataformas de streaming, son solo algunos ejemplos de la integración y las aplicaciones de la inteligencia artificial (IA) en la vida cotidiana. Hace unos 60 años la IA era una teoría reservada a los académicos y a los laboratorios de pruebas, pero actualmente se ha convertido en un concepto de amplia aplicación comercial.

Como explican desde Accenture, la inteligencia artificial es una constelación de muchas tecnologías diferentes que se combinan para que las máquinas puedan percibir, comprender, actuar y aprender con niveles de inteligencia similares a los de una persona. Tal vez por eso cada uno tenga su propia definición de la inteligencia artificial: porque no es una única cosa. Así, esta tecnología disruptiva abarca un amplio conjunto de disciplinas como son Machine Learning, Deep Learning, Big Data y visión 3D, entre otras.

«Los principales factores que impulsan la innovación en la tecnología de la IA son tres: el progreso de los algoritmos de aprendizaje automático, los enormes avances en capacidad de computación y el Big Data (la gran cantidad de datos que se producen constantemente y que se utilizan para entrenar los modelos de aprendizaje automático)», señala Juan de Dios Sánchez-Roselly, Global CIO de Santander Private Banking.

A este respecto, la singularidad aplicada al ámbito de la tecnología, concepto acuñado en 2005 por Raymond Kurzweil (actual director de Ingeniería de Google), hace referencia a ese posible momento futuro en el que las máquinas alcancen una inteligencia igual o superior a la del ser humano, siendo autónomas en tareas como el aprendizaje o la mejora continua. Para Kurzweil, el resultado de estos cambios culminará en el año 2045 con la singularidad tecnológica, momento en el que el crecimiento de la inteligencia artificial será tan rápido y profundo que será imposible predecir cuáles serán sus consecuencias.

Eso sí, como indica Juan de Dios Sánchez-Roselly, si bien «las personas no podemos competir con AlphaZero en ajedrez, con DeepL en traducción de idiomas o con AppLock Face en reconocimiento facial, sí lo podemos hacer a la hora de detectar emociones o en tareas que implican pensamiento creativo. La empatía, la creatividad o la innovación, tan características de la inteligencia biológica, son el complemento perfecto de las capacidades de la IA y abren enormes posibilidades para la mejora de productos y servicios».

Es en este contexto en el que entra en juego el concepto de Cobótica, es decir, la cooperación de la inteligencia artificial y los robots con el ser humano. Este campo emergente pretende complementar la robótica tradicional para buscar las mejores interacciones posibles entre el individuo y la inteligencia artificial en la búsqueda de un objetivo común. Y es que, en el mundo actual, la inteligencia artificial es una prolongación de las capacidades humanas, pero no puede sustituirlas.

Ciertamente la tecnología suprimirá muchas de las tareas que actualmente realizan los seres humanos. Según el informe del Foro Económico Mundial The Future of Jobs 2020, la automatización podría eliminar hasta 85 millones de empleos en todo el mundo, a la vez que se crearán 97 millones de nuevas ocupaciones. Así, durante la próxima década, gran parte de los puestos de trabajo de nueva creación serán ocupaciones totalmente nuevas o bien empleos existentes que experimentarán transformaciones significativas en cuanto a nuevas habilidades.

«Las aplicaciones y desarrollos de la inteligencia artificial abren un potencial de disrupción e innovación exponencial en muchos ámbitos. Todas las actividades empresariales deberán analizar las posibilidades que se abren para la cohabitación y cooperación de las personas con estas nuevas formas de inteligencia, dadas las enormes implicaciones en la mejora de todo tipo de tareas y servicios, así como en la creación de nuevos tipos de puestos de trabajo», destaca el Global CIO de Santander Private Banking.


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