Los planes de Tesla pasan por revolucionar por completo la sociedad con sus robots. Pese a que las proyecciones de mercado auguran un notable crecimiento de este sector, todo apunta a que su revolución tendrá que esperar

FUENTE: www.cincodias.elpais.com

AUTOR: Fernando Belichón

Tras protagonizar una incontable cantidad de películas de ciencia ficción, los robots que intentan imitar la forma humana también han sido recientemente las estrellas de todo un tsunami mediático. La presentación de Optimus, la apuesta en este campo de Tesla, fue la responsable de ello. En esencia, una vez más, el multimillonario Elon Musk prometió cambiar nuestra sociedad. En esta ocasión, a través de la producción en masa de su prototipo de robot y de conseguir con ello un precio que rondaría los 20.000 dólares. El objetivo: un humanoide que llegue a los hogares. El para qué, todavía no queda claro del todo.

Las proyecciones de diferentes firmas de inteligencia de mercado auguran un floreciente futuro para la robótica. Hoy en día, los robots industriales son el principal negocio; le siguen los militares, los domésticos y, a años luz de distancia, se encuentra el de los humanoides. La robótica está más asentada en Asia y, en menor medida, en Estados Unidos, aunque en Europa está experimentando un fuerte crecimiento. La lista de compañías del sector mencionadas en los informes se corresponde con la lectura geográfica de los documentos (ver gráfico).

La firma de recopilación de datos de mercado Statzon estima que los robots industriales tuvieron un mercado global en 2021 valorado en 32.200 millones de dólares. Para 2030, la cifra ascendería a 86.600 millones. En el campo militar, desafiar la primera ley de la robótica de Asimov supone un negocio que en 2020 alcanzó los 13.000 millones de dólares, según Fortune Business Insights. En 2027 sería de 25.660 millones.

En los robots domésticos, un sector en el que reinan de forma indiscutible los dedicados a la limpieza del hogar, Markets and Markets prevé que este 2022 configuren un mercado de 9.200 millones de dólares, unos números que crecerían hasta alrededor de 19.300 millones para 2027, según sus predicciones. Los humanoides, atendiendo a los números de la firma de investigación de tendencias Market Growth Reports, representan un mucho más modesto negocio valorado en 681 millones en 2022. En 2027 calculan que moverá cerca de 4.200 millones.

¿Por qué humanoide?

Fabiola Pérez, consejera delegada de Mioti, considera que los robots humanoides sí tienen futuro por delante. La experta afirma que, si bien ya se han producido grandes avances en robótica, hay que destacar que una cosa es producir tres o cuatro prototipos y otra bien distinta es producirlos en masa. “El robot de Musk en sí es torpe y me recuerda al primer robot de Boston Dynamics. Es decir, Tesla está muy por detrás de otras compañías especializadas en robótica humanoide, pero lo más interesante es esa promesa de hacerlo en masa y que con su músculo financiero puede llevarles menos tiempo cerrar esa brecha tecnológica”, reflexiona.

Preguntada por qué hace más útil a un robot humanoide que a uno aspirador de la actualidad, Pérez responde que los entornos humanos están diseñados para nuestra fisiología, y que un robot funcional parecido a nosotros, tendría en consecuencia más fácil el interactuar con nuestro mundo. “Roomba es una solución más masiva que un humanoide. En el hogar, introducir un robot humanoide sería como matar moscas a cañonazos. Pueden ser muy útiles en entornos hospitalarios, en aquellos sitios en los que se requiera que no haya cansancio o haya peligro para los humanos. Un Roomba puede llevarte las medicinas, pero no puede colocar una cama de un hospital, no puede ayudar a alguien a levantarse. No tiene esa potencia de fuerza, que es otra cosa que está aportando la robótica. Con la población envejecida, un Roomba no puede cuidar de un anciano, pero sí lo podría hacer un humanoide”, asegura.

Víctor Mayoral Vilches, fundador de Acceleration Robotics, se muestra más escéptico y opina que la robótica humanoide se encuentra en pañales. “Nadie sabe qué aportan. A día de hoy los humanoides no hacen nada, prácticamente ni siquiera son capaces de sostenerse a sí mismos. Cualquiera ha visto películas con humanoides avanzados y nos podemos hacer una idea de sus capacidades potenciales. Los humanoides tienen éxito como compañeros sociales. Es una realidad, pero no terminan de penetrar en el mercado. Muchos centros de investigación y algunas empresas utilizan estos robots humanoides como su carta de presentación. Es una forma de mostrar su estatus, su poderío tecnológico”, describe antes de puntualizar que este problema de una falta de propósito concreto no significa que no se deba seguir investigando sobre humanoides.

Un largo camino

Un mundo con estos dispositivos extendidos cambiaría de forma innegable. «Cuando se habla de robótica, siempre tenemos esa espada de Damócles encima en lo referente al trabajo manual. El qué va a pasar con los trabajos que empezarán a hacer las máquinas. Es una situación a la que los humanos ya nos hemos enfrentado. Es un camino irreversible. Es decir. Vamos hacia allá», comenta Pérez. «Será un cambio de tipos de trabajo, pero ya lo vivimos a principios del siglo XIX con la máquina de vapor y a finales del siglo XX con los ordenadores y la computación. Esto ya lo hemos vivido, la diferencia es que ahora sucede más rápido», prosigue.

Según la experta, además de impulsar nuevos oficios como, por ejemplo, el de técnico de mantenimiento de los dispositivos, los humanoides, de ser eficaces y funcionales, tendrían la capacidad de cambiar por completo la misma concepción del trabajo. «Voy a poner un ejemplo muy extremo. Los niños en las fábricas del pasado. Cuando se les usaba porque sus manos llegaban a piezas o engranajes que nadie más podía alcanzar. Eso hoy en día nos parece una completa barbaridad. Tengo la esperanza de que dentro de unos años, nos parezca una barbaridad que un obrero se deje los lumbares por hacer su trabajo», desea Pérez.

Aunque una producción en masa de robots humanoides eficaces tendría un potencial de grandes consecuencias económicas y sociales, todo parece apuntar a que todavía queda un muy largo recorrido para que sea una realidad.

Pérez se refiere al camión autónomo de Tesla, un producto que desde que se presentó ha necesitado de seis años para aceptar pedidos. Todavía no se fabrica en masa. Mayoral, por su parte, apunta que la realidad es que no veremos humanoides en los ámbitos industriales ni en las casas en los próximos años, y critica a Musk por “jugar con las ilusiones de la gente”.

Imagen de Optimus, la apuesta robótica de Musk. Durante su acto de presentación, salió al escenario, saludó y caminó lentamente. La demostración de sus capacidades corrió a cargo de un vídeo en el que se le observaba transportando cajas o manipulando objetos con ayuda de un cable que le servía de apoyo.
Imagen de Optimus, la apuesta robótica de Musk. Durante su acto de presentación, salió al escenario, saludó y caminó lentamente. La demostración de sus capacidades corrió a cargo de un vídeo en el que se le observaba transportando cajas o manipulando objetos con ayuda de un cable que le servía de apoyo.TESLA

 

«Los humanoides no van a estar con nosotros ni el año que viene ni el siguiente. Después de la charla, Musk rebajó sus pretensiones. Ya no se habla de un año, sino de entre cinco y diez. En robótica hablar de cinco años es hablar de un montón de tiempo. Quizás existe un futuro con humanoides en nuestras vidas, pero es una realidad lejana, exagerada desmesuradamente en el ámbito mediático», prosigue.

“Queda un camino extremadamente largo, y el principal problema no es el hardware, que es en lo que más ha demostrado Tesla con Optimus, sino el software. No somos capaces de dotar a estos sistemas humanoides con suficiente inteligencia para verlos en nuestras casas”, asevera. El experto defiende que en el caso del robot de Tesla, al usar un sistema operativo distinto a ROS, el sistema utilizado según refiere Mayoral por el 95% de las empresas del sector, el software de Optimus está obsoleto en comparación con los “cerebros robóticos” que su empresa fabrica para otras compañías. “Han querido reinventar la rueda y han desechado décadas de aprendizaje con ello”, sostiene.

Contarle secretos al robot

Pero además de la dificultad de hacer un humanoide suficientemente inteligente, existe otro gran contratiempo: la privacidad y la ciberseguridad.

Mayoral describe a los robots como un caballo de Troya. “Llevamos años investigando esto, y son una forma perfecta de entrar en el mismo corazón productivo de una organización. Hemos demostrado ser capaces de tomar el control de un robot hospitalario. De hacer que un brazo robótico se golpee a sí mismo hasta romperse”, desvela.

El fundador de Acceleration Robotics denuncia que, incluso, a veces los ataques proceden de los propios fabricantes de los dispositivos. «Hemos descubierto a través del hacking proactivo que hay fabricantes que emplean actualizaciones de software para que vayan más lentos y así dejar obsoleto su robot y que tengas que comprar uno nuevo», detalla Mayoral.

Por su parte, Pérez advierte: “En el momento que una máquina tiene potencia, peso y fuerza para hacerte daño se convierte en un potencial peligro. Volviendo a la comparación del Roomba, al aspirador le puedo pisar, sin embargo, es más difícil controlar al humanoide que al Roomba. Los autómatas se pueden controlar a distancia. Se pueden reprogramar, se pueden hackear. Pueden hacerte daño. Tenemos que asegurarnos de tener las regulaciones suficientes para obtener protección. No obstante, es una realidad a la que nos adaptaremos”, prevé la experta.

«Tú no vas caminando por la calle y piensas en todo momento que se te puede caer una grúa de una obra encima. Es algo que puede pasar, y no por ello dejamos de fabricar grúas. Lo que intentamos es hacerlas más seguras. Como industria, la robótica tendrá que ajustarse a las normas y las reglas para hacerlo lo más seguro posible», dice Pérez.

Futuro humanoide

Xabi Uribe-Etxebarria, fundador y consejero delegado de Sherpa.ai, cree que muchas veces asociamos la inteligencia artificial a robots futuristas o a máquinas que nos hablan. Pero la IA va mucho más allá.

“Actualmente, hay muchos sistemas que nos ayudan en nuestra vida cotidiana pero que no sabemos que funcionan gracias a la IA. Por poner algún ejemplo, el reconocimiento de la huella dactilar o facial para desbloquear el móvil, el reconocimiento de voz que utilizamos para diferentes aplicaciones, el parking que lee la matrícula sin tener que meter la tarjeta, cualquier foto que hacemos con el móvil o aplicaciones más sofisticadas en el sector salud que ayudan a detectar cánceres que el ojo humano no puede detectar. Ya existen sistemas que son mejores que los humanos en tareas concretas. Esto ocurre cuando hay un conjunto restringido de posibilidades, por ejemplo, en juegos, detección y diagnóstico de enfermedades en imágenes, etc. Aun así, en la mayoría de las tareas, los humanos estamos muy por encima de cualquier desarrollo de inteligencia artificial”, explica.

Uribe-Etxebarria expone un ejemplo revelador de porque los humanos estamos por encima de la IA. «Un humano es capaz de aprender de muy pocos ejemplos. Si a un niño que no ha visto nunca un elefante le enseñas una foto de un elefante, y después le enseñas otra de un elefante pero en una postura completamente diferente, sabrá que es un elefante. Todavía más, si le dibujas un elefante, también sabrá diferenciarlo. Actualmente, para que una máquina sea capaz de hacer eso, habría que entrenarla con miles o millones de imágenes y dibujos de elefantes», compara.

Dado que ya en la actualidad tiene tantas formas, se puede inferir que los robots humanoides no serían por tanto ni mucho menos el único futuro de la inteligencia artificial; sin embargo, pueden ser uno de esos futuros. Uno al que le queda mucho por andar.

 


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