FUENTE:revistaejercitos.com
AUTOR:Christian D. Villanueva López
Los progresos en robótica militar (y civil) están redefiniendo el arte de la guerra, con sistemas autónomos de todo tipo forzando una transformación que trasciende el combate. Desde los drones aéreos y navales, cada vez más sofisticados, hasta los vehículos terrestres no tripulados – que comienzan a integrarse en operaciones tácticas, como en la guerra de Ucrania-, la tecnología robótica promete cambiar las dinámicas del campo de batalla. Su multiplicación acelera el paso hacia una «guerra mosaico», al colaborar en la distribución de la potencia de combate de los actuales sistemas unitarios entre múltiples plataformas baratas y fungibles, ganando de paso resiliencia y efectividad el conjunto. Además, la logística, pilar clave de la efectividad militar, se encamina hacia una automatización sin precedentes, impulsada por IA, IoT y robótica, con gigantes como Amazon marcando el paso. Sin embargo, esta transición no está exenta de retos. La integración de robots terrestres enfrenta dificultades tecnológicas y económicas, al tiempo que plantea cuestiones éticas, legales y técnicas que deben resolverse, algo que no afecta por igual a todas las naciones. Así, mientras países como China y Rusia se aprovechan de las ventajas de sus sistemas políticos no democráticos y de entornos regulatorios flexibles para avanzar en esta carrera, Europa debe adaptar sus marcos legales y sus procesos decisorios para no quedarse atrás en esta carrera tecnológica y armamentística.
Índice
- 
- Introducción
 
- 
- La robótica por dominios
 
- 
- Sobre robots humanoides
 
- 
- Logística y producción
 
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- Conclusión
 
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- Notas
 
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- Bibliografía
 
Introducción
Los drones cargarán con la mayor parte del peso de las misiones y operaciones militares futuras, de ahí que haya sociedades, como la rusa, que se están movilizando para integrar la drónica en su economía, no sólo con inversiones, sino formando desde niños a sus habitantes en los fundamentos de la drónica[1]. La robótica, aplicada a la guerra, irá sin embargo mucho más allá de la drónica, algo que hay que tener en cuenta para tratar de entender el impacto que los avances en esta materia puedan llegar a tener en los años venideros.
Para entenderlo, lo primero que hay que tener claro es la propia definición de lo que es un robot, sobre la que no hay verdadero acuerdo, pero sí al menos elementos en común. Por ejemplo, para la Organización Internacional de la Estandarización (ISO), un robot puede ser cosas bastante diferentes en función de su tipología y uso final[2]. La definición más abierta, no obstante, es la siguiente:
“un mecanismo accionado por programación con cierto grado de autonomía para realizar movimientos de locomoción, manipulación o posicionamiento”[3].
Lo relevante, en cualquier caso, es que un robot es una máquina que utiliza sensores, actuadores y programas para relacionarse con el entorno y cumplir aquellas funciones para las que fue diseñado y que, además y por la misma razón, dispone de cierto grado de autonomía[4].
Explicado esto, las aplicaciones más mediáticas de la robótica aplicadas a la guerra seguirán teniendo lugar en relación con el combate. Los drones aéreos continuarán perfeccionándose y complejizándose en todo el abanico de tamaños y funciones. Los drones portadrones, que ya se ven en Ucrania no de forma generalizada, pero sí cada vez más común[5], crecerán en tamaño, hasta el punto de confundirse con los aparatos de transporte o caza ahora tripulados, mientras la IA sigue dando pasos en reemplazo de los pilotos humanos. De esta forma, los próximos veinte años serán muy confusos; una fase intermedia en la que, incluso cuando los algoritmos hayan demostrado un comportamiento superior hasta en combate a “cara de perro” -ya se han hecho los primeros experimentos[6]-, muchos se resistirán por motivos éticos o ideológicos, cuando no de parálisis doctrinal, o bien no podrán afrontar lo suficientemente rápido el coste de la transición hacia lo no tripulado.
La robótica por dominios
A pesar de que la robótica militar avanza en todos los segmentos, su impacto no será el mismo en todos los dominios, ni por supuesto, en todos los niveles de la guerra. Condicionantes físicos, aunque no sólo, provocan que las dificultades técnicas de adaptar estos ingenios a determinados entornos, ralenticen su adopción en relación con otros, como ocurre particularmente en el caso de los robots terrestres.
En el caso de los drones navales, dicho esto, veremos una explosión numérica, siguiendo la lógica que explicamos en su momento a propósito de la ampliación del «espacio de batalla». Aunque hace mucho tiempo que se destinan USV y UUVs a distintas tareas, la guerra de Ucrania permitió los primeros usos verdaderamente estratégicos, con el ataque a buques de guerra, bases o infraestructuras. Desde entonces, el empleo de USV portadrones, capacidad de llevar a cabo misiones antiaéreas o actuando como señuelos ha ampliado las posibilidades, en lo que es la antesala de un empleo plenamente operacional. Así, los drones navales ampliarán primero las capacidades y sustituirán después muchas de las funciones de las grandes plataformas tripuladas, en claro peligro dada la relación de coste/efectividad. Además, con la ventaja, en línea con los postulados de la guerra mosaico -materializados en el concepto de Operaciones Marítimas Distribuidas (DMO)-, de que permitirán distribuir la potencia de combate de toda la Flota entre un número mucho mayor de plataformas. Gracias a ello, aumentará la resiliencia y se maximizarán las capacidades ofensivas, un escenario hacia el que pretenden avanzar rápidamente instituciones como la US Navy estadounidense, a pesar de los problemas e imprevistos encontrados en su camino[7].
En el dominio espacial, por su parte, la robótica ha sido una realidad casi desde sus inicios, pues las particulares condiciones físicas, con temperaturas extremadamente bajas, altas dosis de radiación y ausencia de oxígeno, dificultar sobremanera la participación humana en la exploración ultraterrestre. Por tanto, a pesar de los intentos por llevar humanos a Marte, que sin duda terminarán por fructificar, y similares, el futuro de la exploración y la explotación espacial es robótico. Es, sin embargo, mucho especular y, para el horizonte de mediados de siglo, que es el que aquí manejamos, la mayor parte de las posibilidades todavía estarán en pañales. Los satélites, eso sí, seguirán “robotizándose”, en el sentido de que no sólo serán capaces de mantenerse en órbita, sino que irán en el caso de los militares mejorando en todo lo relacionado con la maniobra orbital, así como integrando sistemas ofensivos más sofisticados, sean estos “soft” o “hard”[8].
Más difícil será la transición en el ámbito terrestre, pues las dificultades inherentes a la orografía en tierra firme son considerables. La implementación, bajo condiciones reales, de las ideas sobre las que se trabajaba antes de los conflictos más recientes, se ha demostrado problemática, como ejemplifica el caso de Rusia. Este país llegó a hacer demostraciones de asaltos no tripulados en septiembre de 2021[9], con decenas de UGVs de muy distintos tipos operando mediante control remoto. Lo mismo ha ocurrido, siguiendo con este país, cuando se ha intentado replicar el funcionamiento de los sistemas tripulados, en sistemas no tripulados, como el Uran-9, excesivamente complejos y, pese a ello, carentes de suficiente autonomía y conciencia situacional[10].
Los ucranianos, en Kursk, sí alcanzaron cierto éxito al integrar sistemas terrestres no tripulados con las fuerzas convencionales, aprovechándose de ellos en su ofensiva. Concretamente, la 13.ª Brigada de la Guardia Nacional Ucraniana KHARTIIA desplegó “más de 50 sistemas no tripulados contra las fuerzas rusas, incluyendo UGV armados, UAS multirrotor y drones con vista en primera persona (FPV)”[11] logrando cierta sorpresa, que facilitó los avances posteriores. Ahora bien, se trató de una acción puntual en la que los UGV actuaron en números muy limitados y todavía sin el nivel de autonomía que se espera lleguen a tener en pocos años.
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