Cada vez veremos más máquinas, más inteligentes y capaces de hacer tareas más específicas, pero dificilmente un humanoide capaz de hacerlo todo

FUENTE: www.lavanguardia.com

AUTOR: ALBERT MOLINS

La palabra robot apareció hace un siglo. Fue en enero de 1921 en la obra de teatro R.U.R (Robots universales Rossum), escrita por el dramaturgo y escritor checo Karel Čapek un año antes, y estrenada en el Teatro Nacional de Praga el 25 de enero de 1921. Fue su hermano, el pintor Josef Čapek, el que le sugirió que usara el término roboti -que en checo significa siervo o trabajador forzoso- cuando Karel le explicó que tenía una idea para una obra. 

La acción se situa en un futuro en el que los humanos han creado criaturas humanoides sintéticas para aumentar la productividad en las fábricas y luchar en las guerras. Construidos para ser esclavos, los robots terminan por sublevarse y acabar con la raza humana. R.U.R causó sensación y fue un éxito. Cuando se estrenó hacía tres años que se había terminado la Primera Guerra Mundial, la primera guerra moderna en la que la tecnología había mostrado su capacidad destructora y dejado millones de muertos. Por primera vez, la gente tomó conciencia de que la raza humana podía desaparecer a manos de sus propias creaciones.

Del mismo modo, el impulso de la tecnología a la producción industrial en masa despertaba todo tipo de recelos, al tiempo que proponía crear un paraíso de bienestar y confort para consumidores y trabajadores, y engrosar las cuentas corrientes de los fabricantes. 

En 2017, el Parlamento Europeo pidió establecer seis normas de seguridad, éticas y legales para regular la inteligencia artificial y los  robots

1. Los robots deben tener un interruptor de emergencia
2. Los robots mo podrán hacer daño a los seres humanos
3. No podrán generarse relaciones emocionales con los robots
4. Los que sean más grandes deberán tener un seguro obligatorio
5. Tendrán derechos y obligaciones
6. Tendrán la obligación de pagar impuestos

Si bien ahora las preocupaciones se dirigen más hacia los algoritmos de inteligencia artificial, no parece que, un siglo después, las tareas que desempeñañ los robots -guerras aparte- que tenemos entre nosostros hayan ido mucho más allá de los usos en los que pensó Čapek: hacernos la vida más fácil.  

La obra de Čapek fue más una advertencia sobre a dónde llevaría a la humanidad su incesante búsqueda del progreso tecnológico que una predicción de futuro, pero hay que reconocer que como advertencia no está nada mal. 

Un siglo después, es evidente que la predicción del dramaturgo checo no se ha cumplido, pero tampoco es que lo robots no formen parte de nuestra vida. Del mismo modo, no todo a lo que comúnmente llamamos robot lo es.

«Lo que distingue a los robots de los automatismos -como por ejemplo algunos brazos industriales- es que los robots son inteligentes y pueden tomar decisiones con el margen de libertad que se le ha dado. Un robot es una máquina inteligente, capaz de percibir su entorno y capaz de actuar en este entorno«, explica la doctora e investigadora Raquel Ros, profesora de Robótica del grado de Ingeniería electrónica de La Salle-URL. 

El diseño de un robot es crítico. Nos inspiramos en la naturaleza y en la biología, para que su interacción con nosostros sea fácil»

Raquel Ros Profesora de Robótica de La Salle-URL

A nadie escapa que eso es también lo que hace un algoritmo de inteligencia artificial, la diferencia es que  «el algoritmo lo hace en el mundo virtual, mientras que el robot actúa físicamente en nuestro entorno y esto también tiene sus limitaciones«, dice Ros. 

Precisamente ir superando estas limitaciones ha sido a lo que los investigadores en robótica se han dedicado estos últimos setenta años. «Una vez creado el primer brazo industrial, lo siguiente fue conseguir que los robots fueran capaces de desplazarse. Después que pudieran observar y ser capaces de entender nuestro mundo. O sea, todo aquello relativo a la percepción. Y finalmente que puedan actuar y hacer cosas: la manipulación«, explica Ros.

La siguiente frontera será la de la robótica cognitiva, «en el que se produce un solapamiento completo con la inteligencia artificial«, añade esta investigadora.

La iconografía que ha creado la cultura popular de masas -especialmente el cine de ciencia ficción y los cómics- ha creado en nuestro imaginario una fotografía muy precisa del aspecto que debe tener un robot para ser considerado como tal. Una imagen que choca con la que tienen la mayoría de los robots que en la actualidad nos rodean, ya sea una aspiradora o -cuando sean una realidad- los coches autónomos.

«El diseño de un robot es crítico. Nos inspiramos en la naturaleza y en la biología, y el propósito es que su interacción con nosotros sea lo más suave posible, que sea fácil«, explica Raquel Ros. Además, «aunque el  diseño viene condicionado por la función que debe realizar, debe ser capaz de reconocer las señales implícitas que le puede dar una persona. Por eso es importante que su aspecto recree alguna de estas características, como por ejemplo que mire al humano«.  

Este es el motivo por el cual, como en la ficción, los robots tiendan a la apariencia humanoide. «Si un robot tiene que interactuar con una persona, al diseñarlo siempre se trata de ponerle ojos, por ejemplo. Se trata de hacer la interacción lo más ágil y cómoda posible. Siempre nos da más confianza encontrarte con algo similar a ti, aunque también es una arma de doble filo«, dice Ros, que también advierte que «dotar a un robot de un aspecto completamente humano es complicado ya que crea unas expectativas muy altas«. 

Los robots no nos aniquilarán ni se rebelarán contra sus creadores -tal y como pasaba en el Frankenstein de Mary Shelley- pero, ¿qué futuro nos depara la robótica? «En general veremos más y haciendo tareas más específicas, colaborando entre ellos pero también con nosotros. En el terreno de la robótica social, los veremos haciendo de guías en museos, capaces de captar la atención de visitantes que se distraen. También en el terreno de la educación y de la sanidad, llevando medicamentos y ayudando al personal de enfermería«, asegura Ros. 

«Lo que no veremos será el robot que es capaz de hacerlo todo. La capacidad de adaptación de las personas es lo que, como especie, nos ha ayudado a salir adelante y eso es muy complicado de recrear«, concluye Ros. 


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