Con un perfil ‘techie’ e innovador, son las que se adaptaron con mayor naturalidad a los cambios; por qué más familias las eligen.

FUENTE: lanacion.com.ar

AUTORA: Laura Reina

Un auto eléctrico en medio de un gran taller. Un sala de robótica, impresoras 3D y máquinas. Muchas máquinas. “Durante la recorrida, cuando mi hijo vio todo eso y le explicaban lo que iban a hacer, se enamoró. Supo enseguida que quería estudiar ahí”, cuenta Agustina Aduna, mamá de Gonzalo Groba, que el miércoles pasado empezó primer año en la escuela secundaria Philips, un colegio privado, técnico y bilingüe, en Colegiales. Este año, son 90 los alumnos que ingresaron y el año que viene serán 120 (se anotaron 160 en el curso preparatorio y estadísticamente un 25% no continúa). Es la primera vez en más de 20 años que habrá 4 divisiones en ese colegio en el primer año.

Las escuelas técnicas están volviendo a ser una alternativa valiosa para las familias que buscan una educación acorde a los tiempos que corren. En principio, son las que lograron incorporar con mayor naturalidad asignaturas tecnológicas como robótica y programación (muy requeridas por chicos y padres), y las que mejor supieron adaptarse a las nuevas necesidades laborales. “Gonzalo iba a un colegio tradicional. Tenía secundaria, pero yo sentía que a la escuela le faltaba algo. Era una propuesta que hubiera servido hace 40 años, pero que no responde a lo que se demanda hoy”, resume Agustina, que trabaja en una empresa de energía y conoce bien lo que buscan muchas compañías: “Ellas demandan egresados de la escuela técnica, los van a buscar directamente. No solo por lo que aprenden sino por cómo lo aprenden. Hay una metodología y un pensamiento lógico que es muy valorado”, sostiene.

Gonzalo no entró solo. Federico Llanos Naveyra, un amigo, quedó igual de deslumbrado con la propuesta y también empezó primer año en la Philips. Para ingresar, tuvieron que hacer durante su séptimo grado un curso intensivo de 4 meses tres veces por semana (dos presenciales y otra virtual) y aprobar las 4 materias: matemática, física aplicada, lengua y tecnología.

 

La robótica es una de las materias que no pueden faltar en estas escuelas PATRICIO PIDAL/AFV

 

“Fede siempre tuvo mucha inclinación por el tema tecnológico, iba a robótica por fuera del colegio, por ejemplo. También dos de mis sobrinos iban a un a escuela técnica, su tío es ingeniero y siempre le mostró cómo armar computadoras. Cuando Fede estaba en sexto grado lo llevamos a conocer colegios y cuando entró a la Philips sintió que era su lugar –cuenta Verónica Naveyra, su mamá–. Más allá de su entusiasmo, a nosotros como padres nos pareció que él iba a tener más herramientas para su futuro con este tipo de colegio. El hecho de hacer prácticas en empresas te da la posibilidad de entrar al mercado laboral más tempranamente”, resume.

 

En crecimiento

 

En los últimos años, la matrícula en las escuelas técnicas ha crecido en el país a paso lento pero constante. Según el ministerio de Educación porteño, los 39 institutos de esta categoría que hay en la ciudad de Buenos Aires concentraron en 2020 (año de la última medición) 36.113 alumnos. En 2018 la cifra era de 35.023. Las matrículas de mujeres también han crecido en número: de las 8764 estudiantes que había en 2018, se pasó a 9492 alumnas.

En otros distritos la tendencia es similar. Si se toma desde 2011, la matrícula de las escuelas técnicas creció 14,4% en todo el país entre el 2011 y el 2018, según un estudio del Observatorio Argentino por la Educación. El mismo informe sostiene que sus egresados tienden a tener mayor continuidad en estudios universitarios y se ubican en puestos de mayor calificación que jóvenes que cursaron la escuela secundaria común.

Guillermina González es una de las tantas interesadas: empezará esta semana primer año en la escuela Emaús de El Palomar. “Fuimos ahí porque nos pareció que era un colegio completo: son 4000 alumnos y aun así conocen a todos. Es una escuela en la que se puede elegir entre bachillerato o técnico –explica Cora Basualdo, su mamá–. Guillermina es la más chica de cuatro hermanos y siguió los pasos del más grande. Los otros dos eligieron el básico, así que conozco ambas experiencias y creo que el técnico tiene un plus. Me parece que es más completo, para mí tiene una base más sólida. Y además considero que los chicos de técnica logran una organización distinta: son más metódicos, más ordenados”, plantea Cora, que hace una diferencia entre la técnica de ahora con la de antes. “Los chicos lo hacen todo en computadora, no usan más lo manual. Es todo tecnológico. Tienen robótica y programación que son las herramientas que hoy más se necesitan”.

 

Guillermina ingresará a 1er año del Colegio Emaús de El Palomar: la matrícula de las mujeres en las escuelas técnicas ha subido en los últimos años – Ignacio Sanchez

 

Crisis y revalorización

 

Hay muchas razones que explican la revalorización de la escuela técnica. Y varias tienen que ver con una muy debatida crisis de la educación en general. Según Alberto De Luca, rector de la escuela Philips, “hay padres que se dan cuenta de que el bachillerato ha decaído, que sus hijos llegan a quinto año sin ningún saber. Y también está el esnobismo actual. Las famosas modas. Muchos colegios dicen que tienen robótica y programación y la verdad es que en muchos casos es puro marketing. Me hace acordar a cuando hace 30 años las escuelas decían que tenían gabinete pedagógico y de computación. La realidad es que para hacer robótica y programar en serio tenés que tener una muy buena base. Acá la tenemos”, sostiene De Luca, que también fue rector de la Huergo, una escuela técnica estatal de Caballito a la que asisten unos 2000 alumnos.

Otra de las razones para optar por esta alternativa es que la escuela técnica evolucionó. La de hace 50 años era más formadora de mano de obra especializada y en cambio hoy, con el avance de la tecnología que necesita de ciencias duras como Matemáticas y Física, eso ha cambiado. “Todos los grandes tecnólogos tienen una base matemática y física importante. La mayoría somos usuarios de la tecnología, no desarrolladores. Acá intentamos que el chico sea creador”, sostiene De Luca.

Por su parte, Silvia Iturriaga, consultora especializada en educación y directora de El libro de los Colegios, confirma que efectivamente sí existe una revalorización de la escuela técnica, que ha sido bastardeada por muchos años. “Hubo momentos en los que se la destruyó. Pero ahora no solo ofrece egresados que son indispensables para el desarrollo empresarial en muchas áreas, desde la puramente tecnológica a la gastronómica, sino que también brinda buenas oportunidades para el emprendedurismo”, plantea la especialista.

Sin embargo, Iturriaga no es tan tajante respecto de la supuesta crisis del bachillerato: “Creo que decir eso, es como decir que la educación está en crisis. Obviamente el objetivo de quien ingresa a un liceo no es salir con un empleo asegurado. –sostiene–. Pero en tal caso es interesante preguntarse si el único objetivo de un colegio es preparar a los adolescentes para el mercado laboral, brindándoles las competencias requeridas por las empresas”, reflexiona.

Según De Luca, el alumno de una escuela técnica como la que dirige tiene características diferentes a los que siguen el bachillerato. “Por empezar, alcanzan una integración de saberes y razonamiento mucho mayor porque hay un desarrollo del pensamiento lógico matemático muy importante –plantea–. El chico que tiene formación técnica, por el método de trabajo que aplica, tiende a ser más organizado”.

Desde el punto de vista académico, existe una diferencia a favor de las escuelas técnicas respecto a las de bachillerato tradicional. En las últimas ediciones de las pruebas Aprender (evaluaciones elaboradas por el ministerio de Educación que se toman en sexto grado de la primaria y el último de secundaria en todo el país en simultáneo) el 40,4% de los estudiantes del último año de secundarias técnicas alcanzaron los niveles satisfactorio o avanzado en Matemáticas, mientras que en las secundarias comunes esa cifra fue del 29,6 por ciento. Incluso, hay una leve diferencia a favor de las escuelas técnicas en Lengua, una materia que solía ser el fuerte del los estudiantes del bachillerato: el 63,9% de los alumnos de técnica alcanzan los niveles satisfactorio o avanzado en Aprender, por encima del 62,3% de los alumnos de secundaria común.

 

“Como en Estados Uninidos”

 

La escuela ORT es un claro ejemplo de la reconversión que experimentaron las viejas escuelas técnicas. De hecho ya no es considerada como tal por sus autoridades, que la definen como una “secundaria con formación orientada” que permite elegir entre 10 especializaciones contando las sedes de Yatay y Montañeses. Más allá de la variedad (muchas están orientadas al arte o a la comunicación), todas tienen en común que están atravesadas por la tecnología: desde la primaria los niños tienen acceso a sus propios dispositivos y en secundaria se intensifica esa relación natural con la tecnología hasta volverse algo transversal a todas las áreas.

Rafaela Tamborini, mamá de un alumno que está en cuarto año, resume lo que es estudiar ahí. “Lucio fue a un primario bilingüe tradicional. Yo planeaba seguir con ese modelo y él rompió los planes. Cuando llegó el momento de ver qué hacíamos con el secundario, me dijo que quería ir a conocer la ORT. Fuimos y flasheamos; fue como entrar a una universidad de Estados Unidos. Hay un laboratorio de impresión 3D, todos tienen una notebook que llevan a su casa o dejan en el colegio, están conectados al campus virtual y deben presentar proyectos que son evaluados por un comité especializado”, describe.

 

Lucio Vaccarezza está en 4to año de la ORT y eligió la especialidad Tics (Tecnología de la Comunicación y la Información)
PATRICIO PIDAL/AFV

 

Su hijo, Lucio Vaccarezza, quien cursa cuarto año en la ORT, siempre tuvo claro que quería un secundario orientado hacia las nuevas tecnologías: “Me gustan mucho la robótica y la programación. Y quería un colegio que me brindara eso. Cuando fui quedé alucinado. Era lo que yo buscaba. Es un colegio que te capacita para el futuro”, define Lucio, que siguió la especialización en Tics (Tecnología de la Información y la Comunicación). “Para mí es una escuela que está en sintonía con lo que se pide hoy. Te dan las herramientas para que cuando salgas tengas una buena base en tecnología. Yo creo que es un colegio ciento por ciento tecnológico, todo se maneja con redes. La elegí sobre el bachillerato tradicional porque creo que ahí no te dan las herramientas necesarias. El mundo evoluciona hacia lo tecnológico y hay que prepararse para eso.”

De hecho, Lucio presentó el año pasado un proyecto que utilizaba tecnología de IBM y la propia compañía se contactó con él. “Es una escuela que te abre las puertas de las empresas. En cada área ellos buscan un referente. Es una propuesta muy diferente a las conocidas. El bachillerato tradicional te forma para carreras tradicionales. Y acá lo que faltan son técnicos, ingenieros. También hay muchas áreas orientadas al arte, a la comunicación. Es completo”, afirma Rafaela.

 

Déficit

 

Sin embargo, a la mayoría de las escuelas técnicas se les suele atribuir como principal deficiencia la falta de formación en cultura general. “Es un prejuicio que existe desde hace mucho –reconoce De Luca–. Pero nosotros acá tenemos un programa de estudios ampliado. Por ejemplo, hay arte, participamos de la semana de Shakespeare… A los 13 años son muy pocos los chicos que saben qué quieren seguir. Por eso tenés que darle un panorama amplio al adolescente. Aunque la mayoría de nuestros egresados sigue alguna Ingeniería, hemos tenido alumnos que estudiaron abogacía o medicina”, cuenta.

Otro punto a tener en cuenta respecto de esta formación, es que demanda 6 años de estudio, y eso puede ser visto como algo negativo para algunas familias. Sin embargo, en muchos casos el último año del secundario es aprovechado para –en el caso de optar por una carrera universitaria de la Universidad de Buenos Aires– rendir las materias del CBC a través del sistema de cursada a distancia UBA XXI.

 

Gonzalo y Federico en su primer día de colegio en la Philips. Ambos venían de un colegio tradicional y querían una escuela con un perfil diferente
Ignacio Sanchez

 

Agustina, que apoyó la elección de su hijo Gonzalo de entrar a la Philips, dice que lo ve entusiasmado: “Ni bien tomó la decisión de estudiar ahí, empezó a seguir al colegio en Instagram y venía cada diez minutos contando que había torneos internacionales de física, de geometría. Le gusta la robótica, la computación, los bitcoins. Me habla todo el tiempo de esos temas que lo apasionan. El futuro pasa por ahí. Ellos ven que es lo que viene –sostiene Agustina–. Me parece que en un mundo tan globalizado, necesitás darle a tu hijo herramientas que acompañen estos cambios. La falta de profesionales en lo técnico es muy marcada. Yo lo veo todo el tiempo en mi trabajo. Escasean. Y en el caso de que no quieras seguir estudiando una carrera universitaria, con un secundario técnico podés aspirar a entrar y crecer dentro de una empresa. Con un bachillerato o comercial, no sé”.

Las nuevas tecnologías ponen de manifiesto un nuevo desafío para la educación. Las escuelas que mejor respondan serán las que logren destacarse sobre el resto.

 

 

 

 


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