A diferencia de los seres vivos, los robots actuales no pueden autorepararse ni adaptarse físicamente. Nuevas investigaciones buscan desarrollar máquinas que modifiquen su estructura según la tarea y el entorno disponible.
FUENTE:meteored.cl
AUTOR:Laura Batista Faz
Las formas de vida biológicas son sistemas abiertos, capaces de recuperarse y evolucionar con los recursos disponibles en su entorno. En contraste, los robots desarrollados hasta ahora son sistemas cerrados: pueden modificar su comportamiento gracias a la inteligencia artificial, pero mantienen una estructura fija.
Si nos detenemos a pensar qué ocurriría si un robot sufre un desperfecto mecánico o estructural durante una misión en el espacio o en las profundidades del océano —donde la intervención humana inmediata no es posible—, el resultado más probable sería el fracaso o, con suerte, la postergación de la misión.
Metabolismo robótico: un método inspirado en la naturaleza
En la naturaleza, las formas de vida se construyen a partir de una veintena de aminoácidos que se ensamblan en polipéptidos, dando origen a millones de proteínas con funciones diversas.
Inspirados en esta base biológica, científicos de la Universidad de Columbia han desarrollado el concepto de metabolismo robótico: la capacidad de los robots para crecer, adaptarse y repararse por sí mismos.
Para lograrlo, diseñaron un sistema basado en módulos simples que permiten una adaptación física indefinida. Así, las máquinas pueden desechar componentes defectuosos y tomar piezas de repuesto de otras máquinas o de un “almacén” cercano.
Truss Link: la estructura básica
El Truss Link es el componente fundamental del metabolismo robótico. Se trata de un módulo robótico simple, con forma de barra, expandible y contráctil, que posee conectores magnéticos en cada extremo.
Estos módulos pueden unirse entre sí en distintos ángulos, formando estructuras bidimensionales o incluso tridimensionales. De este modo, un robot puede modificar su estructura según las exigencias del entorno o sustituir partes dañadas de su “cuerpo”.
Un experimento validó esta propuesta: a un robot con forma de tetraedro (pirámide de cuatro caras triangulares) se le añadió un nuevo módulo, lo que le permitió descender una pendiente un 66 % más rápido. Esto demostró que el robot podía reconfigurarse en tiempo real para mejorar su desempeño.
Un futuro prometedor y sustentable para la robótica
Se abre así un nuevo camino en la robótica: uno en el que la inteligencia artificial no solo aprende y toma decisiones, sino que también modifica el cuerpo físico de los robots, tal como hoy reescribe códigos digitales durante su aprendizaje.
A medida que los robots asuman tareas en entornos inaccesibles para los humanos, será indispensable que, además de inteligentes, sean también autovalentes y adaptables, como los seres vivos.