FUENTE:es.gizmodo.com

AUTOR:Infobae.

En la mayoría de los animales sociales, colaborar significa ceder parte de la eficacia individual. Pero un nuevo estudio sobre las hormigas tejedoras muestra lo contrario: trabajando juntas, cada una se vuelve más poderosa. La ciencia ya estudia este fenómeno para imitarlo en la robótica y mejorar la cooperación entre máquinas. La naturaleza, una vez más, ofrece claves sorprendentes para superar límites que aún parecen insalvables en la tecnología actual.

Más allá del efecto Ringelmann

El ingeniero francés Max Ringelmann descubrió hace más de un siglo que, cuando las personas trabajan en grupo, su esfuerzo individual disminuye. Este patrón, conocido como efecto Ringelmann, se repite en humanos y en muchas especies sociales. Sin embargo, las hormigas tejedoras rompen la regla: cuanto más numeroso es el equipo, mayor es la fuerza individual.

Investigadores de la Universidad Macquarie y de la Universidad de Constanza comprobaron que estas hormigas no pierden eficacia al colaborar, sino que alcanzan niveles de rendimiento superiores.

La magia de la supereficiencia

El secreto está en cómo construyen sus nidos. Forman cadenas vivientes para unir hojas, usando la seda de sus larvas como pegamento. En laboratorio, una hormiga sola arrastraba hasta 60 veces su peso; en grupos de 15, cada una llegó a tirar más de 100 veces su propio peso.

La clave está en la división de roles: las delanteras tiran, las traseras estabilizan, y el conjunto actúa como un “trinquete de fuerza” que multiplica la energía. Este nivel de coordinación, casi único fuera del ser humano, les permite crear estructuras complejas y resistentes.

Inspiración para la robótica

El fenómeno de supereficiencia fascina a los ingenieros. Según expertos como David Hu, del Instituto Tecnológico de Georgia, la forma en que estas hormigas sincronizan fuerzas podría inspirar nuevos diseños de robots multipata. Aunque las máquinas actuales aún no pierden eficacia en grupo, tampoco logran incrementarla como los insectos.

Los científicos creen que imitar esta cooperación podría revolucionar los equipos robóticos, haciéndolos capaces de realizar tareas colectivas con una eficiencia que hoy resulta inalcanzable.

Un espejo para la ciencia y la tecnología

Las hormigas tejedoras demuestran que la colaboración no siempre implica renuncia: puede ser una vía para potenciar lo individual. Su éxito colectivo revela que la naturaleza lleva millones de años perfeccionando estrategias que apenas empezamos a comprender.

Si logramos trasladar estas dinámicas a la tecnología, podríamos estar ante una nueva era en la que la robótica aprenda directamente de los insectos que, sin saberlo, llevan siglos enseñándonos a cooperar mejor.


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