FUENTE: www.elpais.com

AUTOR: Álvaro Sánchez

Un paseo por la planta donde Amazon construye sus robots cerca de Boston tiene ciertos paralelismos con adentrarse en Jurassic Park. Decenas de criaturas —en este caso electrónicas— en movimiento emiten extraños sonidos a unos metros mientras un guía habla. Y rápidamente aparece la idea de que existe una pugna del ser humano por prevalecer en competencia con otra especie, esta creada por él mismo, en la loca y multimillonaria carrera de las empresas por ser más productivas.

El combate está para muchos perdido de antemano. Las máquinas no comen, no duermen, no se cansan y no cobran un salario mientras clasifican paquetes balanceando sus brazos mecánicos, desplazan estanterías de aquí para allá compulsivamente o vuelan hacia las casas transportando pedidos, por citar algunas de las tecnologías presentadas por Amazon a decenas de medios invitados a su fábrica de Westborough (Massachusetts). Aunque no son el pasado redivivo de los dinosaurios, los robots son para algunos casi igual de peligrosos: han llegado para revolucionar el mundo del trabajo.

Con ese molesto runrún de fondo para su plantilla, el gigante del comercio electrónico se esmera en lanzar mensajes tranquilizadores. Atisba la llegada de una era donde hombre y máquina trabajarán en armonía. Y recurre a los datos frente a las especulaciones de que está en marcha una gran sustitución: desde que hace diez años empezara a fabricarlos acumula 520.000 robots, pero ha añadido también un millón de empleados más en todo el mundo.

“Sí, los trabajos cambiarán, pero no veo que vayan a ser eliminados”, dice Tye Brady, jefe de Tecnología de Amazon Robotics, que recuerda como antes proliferaban las centralitas telefónicas con personas al otro lado del auricular y ahora esa labor la hacen contestadores automáticos. El ejecutivo asegura que se han creado 700 nuevas categorías de empleos —en ámbitos como el hardware, el software o el mantenimiento— desde que hace una década la compañía con sede en Seattle hiciera sus primeras adquisiciones en el negocio de los robots. Sus palabras, sin embargo, chocarán días después con el anuncio de que Amazon despedirá a miles de empleados —10.000, según The New York Times—, un proceso que otras tecnológicas ya han iniciado ante los temores de que la economía se encamine hacia una recesión.

Esa idea central de la convivencia pacífica entre hombre y robot Amazon la acompaña de dos argumentos: en primer lugar, si la innovación tiene éxito, la compañía ganará más dinero, y eso les permitirá contratar más gente, y segundo, las máquinas liberarán a los trabajadores de las tareas más repetitivas, y podrán así concentrar su tiempo en otras labores menos pesadas, en lugar de ser una versión moderna y alienada de Charles Chaplin en la cadena de producción de Tiempos modernos.

El gran ejemplo de un robot que podría enterrar pronto cometidos aburridos y reiterativos es Sparrow, presentado la semana pasada. Este brazo robótico está equipado de una ventosa capaz de succionar los artículos para moverlos de un sitio a otro antes de ser empaquetados gracias a la inteligencia artificial y la visión por ordenador.

El modelo posiblemente se integre en sus almacenes el año próximo, y es una de las grandes esperanzas de Amazon. En 2021 entregó unos 5.000 millones de paquetes, 13 millones al día. Y Sparrow puede ser de gran ayuda en esa distribución masiva: ya es capaz de identificar el 65% de su inventario, coge los libros por la cubierta para no arrugar las páginas, e incluso se da cuenta de si algún producto está dañado para desecharlo, tareas todas ellas que hasta ahora hacían personas. Amazon ya contaba con otros dos brazos robóticos, Robin y Cardinal, pero solo para redirigir artículos ya empaquetados.

Las dos plantas de Amazon Robotics en Massachusetts —la otra está en North Reading— suman una capacidad para fabricar 330.000 robots al año. “Cuando pides algo queremos que llegue lo más rápido posible. Velocidad”, insistió durante la presentación Joseph Quinlivan, vicepresidente global de la firma. Los robots encajan como un guante en esa filosofía aparentemente simple basada en entregar más cosas, más rápidamente, y reduciendo gastos. “Si podemos mantener los costes bajos, podemos ofrecer los productos a un coste menor a nuestro cliente”, señala Brady cargado de lógica.

La máxima expresión de esa triple doctrina para maximizar la eficiencia es el uso del dron, un propósito que lleva largo tiempo en la lista de deseos de sus directivos. Las predicciones son a veces números destinados a incumplirse, pero también una declaración de intenciones. Amazon pretende entregar 500 millones de paquetes por dron al año a finales de esta década, incluso en zonas muy pobladas como Boston, Atlanta y Seattle.

Por ahora, se limitó a enseñar un nuevo modelo, el MK30x, más ligero y silencioso, que efectuará entregas a finales de este año a clientes de Lockeford (California) y College Station (Texas) en menos de una hora desde el clic, siempre que cuenten con patio o jardín propio, dado que dejan caer el pedido al suelo desde unos metros de altura. Eso sí, los objetos no podrán pesar más de 1,5 kilos, y estarán bien embalados para que no sufran daños. “Hay quien puede pensar que es un asunto de ciencia ficción. Yo puedo asegurarles que están equivocados”, sostuvo en su intervención David Carbon, vicepresidente de Prime Air, sobre el escepticismo que rodea todavía este tipo de entregas voladoras por sus problemas de seguridad.

En su inmensa nave de Westborough, de más de 32.500 metros cuadrados, Amazon dibujó un futuro cercano de fábricas más automatizadas, repartos por el aire o en furgonetas eléctricas y robots autónomos que detectan a sus colegas humanos y los esquivan para evitar accidentes. En realidad, mucho de eso es ya presente. Según sus datos, casi el 75% de los pedidos de Amazon son parcialmente gestionados por robots que apoyan a los empleados. Aunque los avances por venir pueden dejar obsoletas pronto las máquinas actuales. “Lo que vamos a hacer en los próximos 5 años va a ser mucho más increíble”, adelantó Quinlivan.

El debate sobre hasta qué punto es deseable que los robots tomen el relevo a los humanos acompañará esa evolución. La vieja aspiración humana de trabajar menos horas puede hacerse realidad con su irrupción, pero está por ver que las empresas no aprovechen esa nueva mano de obra insomne, libre del sudor y la fatiga humanas, sin absentismo ni bajas por maternidad ni paternidad, para operar con plantillas mucho más reducidas.

Brady, que cada día trata de imaginar cómo llevar la tecnología un paso más allá para ayudar a Amazon a ser más productiva, niega esa hipótesis. “La robótica puede hacer cálculos computacionales o mover cosas con precisión, pero las personas tienen un poder de razonar increíble para resolver problemas. Tenemos el sentido común. Podemos entender una situación realmente rápido y hacer que todo funcione mejor”. Y más adelante, ¿no podrán las máquinas también tener todas esas cualidades hoy exclusivamente humanas? “Los robots no son perfectos ni lo serán nunca”, zanja.


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