FUENTE: www.infobae.com

AUTOR: Pablo Nardi

Desde la posibilidad de pagar un ingreso para todo el mundo, hasta los problemas para garantizar la movilidad social, ¿cómo se resuelve la falta de empleo en el siglo XXI?

Desde hace años, se habla de que los trabajos realizados por humanos van a desaparecer y que serán llevados adelante por robots, sobre todo los trabajos menos calificados. Sin embargo, detrás de eso, se esconde una pregunta inquietante: ¿de qué vamos a vivir los humanos en un futuro?

El cajero del supermercado, el guardia de seguridad, el camarero, los periodistas, e incluso los comercios con venta a la calle, por nombrar solo algunos, son ejemplos de oficios que podrían desaparecer. No obstante, los trabajos creativos, los puestos de decisión y la política, pero también el cuidado de niños y el rol del camarero, podrían ser profesiones con más resistencia a la automatización.

Alejandro Galliano, autor de Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no (Siglo XXI Editores), explicó a DEF: “Cada tecnología imita y mejora un puñado de acciones humanas, un tipo de trabajador. La robótica de los años ’80 permitió reemplazar a operarios no calificados en plantas industriales grandes; el software y la Big Data actuales permiten reemplazar trabajo administrativo: contables, periodistas, data entry, entre otros”. Y agregó: “Viejos y nuevos trabajadores de cuello blanco que se autoperciben como ‘clase media’ pueden ser reemplazados o precarizados por un algoritmo. Por arriba, prospera una elite de nuevos trabajos (coders, marketing digital); por abajo, persiste una masa de trabajadores no calificados y tan flexibilizados que ya no sería rentable reemplazarlos por una máquina”.

Frente a un panorama tan incierto, uno de los principales dilemas es el que plantea cómo sostener la economía. Ante esto, una de las posibilidades que barajan algunos líderes mundiales es la del ingreso universal. Hoy por hoy, figuras de la talla de Elon Musk y hasta el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, hacen declaraciones a favor de esta idea.

UN EXPERIMENTO

A finales de marzo, en Oakland (California, Estados Unidos) la alcaldesa Libby Schaaf, en conjunto con organizaciones sin fines de lucro, anunció un Programa de Ingreso Universal, mediante el cual busca garantizar una renta de USD 500 mensuales –durante 18 meses– a familias de bajos recursos de las comunidades afroamericanas y latinas, para intentar apalear la deprimida economía tras la primera parte de la pandemia que golpeó fuerte en 2020.

Otra propuesta de solución al problema de la falta de empleo es la que planteó Finlandia, que, a fines de 2020, publicó los resultados de un interesante experimento: el estudio consistió en pagar a 2000 personas desempleadas, seleccionadas al azar, un ingreso básico durante dos años de USD 605 al mes sin ningún tipo de condiciones, que ni siquiera se reducía a que el beneficiario encontrara trabajo.

El experimento fue un punto intermedio entre el tradicional subsidio por desempleo y la renta universal, y la conclusión que arrojó fue que la acción contribuyó al bienestar mental de los beneficiarios.

¿IMPUESTO A LOS ROBOTS?

El problema ante estas propuestas es que no contemplan uno de los principales obstáculos para sostenerse en el tiempo: si los humanos no aportan al fisco, ¿quién paga los impuestos para mantener la seguridad social? La exministra y europarlamentaria luxemburguesa Mady Delvaux presentó un informe, en 2017, con reflexiones y sugerencias sobre el estatus legal de los robots, y en él esboza la posibilidad de cobrar un “impuesto a las máquinas”.

Es decir que, si un robot ocupara un puesto de trabajo, debería pagar la seguridad social equivalente a la persona a la que sustituye. Según ese informe, al empleador le “conviene” adoptar esta modalidad porque no pagaría un salario y solo debería encargarse de los aportes correspondientes, y al Estado también, porque recauda.

Según Delvaux, es “chocante que la gente rechace la discusión” porque considera que la propuesta no es revolucionaria, sino que simplemente es “una discusión tan antigua como los propios impuestos”. La europarlamentaria sostiene que, si bien es algo por tener en cuenta, el concepto no se puede llevar delante de un día para el otro debido a que “no se le puede poner un impuesto a todos los robots”.

El pago de las jubilaciones es otro de los problemas que se percibe a corto plazo, puesto que, con un avance en la esperanza de vida, mayor planificación familiar y cada vez menos trabajo registrado, el colapso parece inevitable. Hoy, en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hay un jubilado por cada cuatro personas que aportan, y esto podría reducirse a la mitad en los próximos 20 o 30 años.

En Argentina, a causa del desempleo, los bajos salarios y, sobre todo, el bajo nivel de empleo registrado, la tasa de dependencia es de 1,3 a 1. Frente a este escenario, la robotización, que reemplazaría los empleos humanos, parece agregar más leña al fuego.


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