FUENTE:iberdrola.com
AUTORA:Kate Darling
Tras el reciente aumento de interés sobre la inteligencia artificial (IA) y la robótica, los medios de comunicación se han lanzado a especular acerca de cómo será nuestro futuro con los robots, planteando preguntas como: «¿Nos quitarán el trabajo los robots?», advertencias del tipo: «Que vienen los robots. Preparaos para tener problemas» o súplicas como «Bienvenidos, amos robots. ¿Podrían no despedirnos?»
Pero lo que estos titulares pasan por alto es que los que toman estas decisiones no son los robots, sino los humanos. Conforme diseñamos, construimos e integramos a robots e IA en nuestros lugares de trabajo y en la sociedad en general, debemos dejar a un lado nuestras ideas de ciencia ficción sobre dominaciones robóticas, ya que al señalar a los robots estamos escondiendo el verdadero problema: nosotros.
Aunque existe la pertinaz creencia de que la tecnología erradicará de forma inevitable todos los trabajos a base de automatización, la cuestión del trabajo admite otros enfoques. Suprimir trabajadores humanos, con la reducción de costes que esto conllevaría, constituye una alternativa, si bien cortoplacista. En lugar de intentar suprimir a base de automatización empleados de almacenes, repartidores de pizza, asistentes jurídicos o personal sanitario, las empresas deberían hacerse otra pregunta: ¿cómo podemos utilizar la tecnología para ayudar a que la gente haga mejor su trabajo?
Los robots y la IA ofrecen mejores resultados cuando los diseñamos para actuar como instrumentos complementarios, en lugar de para sustituir a personas, ya que nuestra inteligencia y habilidades son muy distintos. La tecnología nos supera en muchos aspectos: hasta la calculadora más sencilla nos gana haciendo cálculos matemáticos. La IA actual puede vencer a humanos en juegos como ajedrez, go y Jeopardy. Nuestras máquinas pueden hacer cosas fuera de nuestro alcance, como detectar e identificar explosivos, levantar pesadas vigas de metal, clasificar medicamentos las 24 horas del día y reconocer patrones en los datos que nosotros jamás podríamos descubrir.
Los humanos y la Inteligencia Artificial, complementarios y no excluyentes entre sí
Al mismo tiempo, los humanos también superan a las máquinas. Si ha intentado mantener recientemente una conversación con el asistente de su teléfono, se habrá percatado de que las conversaciones con nuestros ayudantes virtuales resultan decepcionantes, en el mejor de los casos. Incluso mi bebé, que apenas empieza a caminar, supera ampliamente a los robots en comprensión de contextos y conceptos, por no mencionar a la hora de identificar y coger objetos aleatorios o mantener el equilibrio sobre sus dos piernas. Pese a múltiples décadas de investigación y desarrollo, ni siquiera hemos sido capaces de automatizar completamente el proceso de fabricación de los automóviles. El motivo es que los humanos, gracias a nuestra inteligencia adaptativa, superamos ampliamente a las máquinas en algunas cosas.
¿Es solo una cuestión de tiempo y de capacidad de computación que podamos crear un casi-humano? Podría ser, aunque no estamos ni remotamente cerca de conseguirlo. Pero, aún más importante, la inteligencia que estamos desarrollando actualmente funciona de forma muy distinta a la nuestra, y eso es algo positivo. Nuestro objetivo no debería ser recrear la inteligencia y habilidades humanas en un futuro lejano. ¿Por qué recrear algo que ya tenemos, cuando podemos crear algo novedoso de forma voluntaria?
Nuestra creencia de que los robots pueden y deberían reemplazarnos oculta el enorme potencial que plantea utilizar la robótica y la IA con fines complementarios. Podríamos desarrollar e integrar estas tecnologías con el objetivo explícito de potenciar la productividad de las personas, o de transformar sus empleos en algo menos mecánico y más satisfactorio, en lugar de limitarnos a intentar suprimir sus labores actuales mediante la automatización. Cuando pensemos con una perspectiva diferente sobre la forma en que diseñamos y utilizamos los robots para trabajar junto a las personas, conseguiremos beneficios a más largo plazo. Esto es así porque esta tecnología no pretende verdaderamente sustituir a las personas, sino ayudarles a conseguir lo que se proponen.
Moldear el futuro depende de nosotros
Cuando dejemos de lado nuestras predicciones autocumplidas de dominaciones robóticas, comenzaremos a entender que existen distintas alternativas, y que estas van más allá del ámbito laboral. Existen alternativas acerca de la naturaleza de los trabajos de las personas, así como sobre los incentivos corporativos que establecemos en nuestros sistemas económicos y políticos globales. En lugar de ceñirnos a nuestra visión por defecto de que la tecnología es algo neutral, también deberíamos optar por hacer más inclusivos nuestros procesos de diseño, por cerciorarnos de que lo que construimos sirve a los intereses de todas las personas y no solo a la limitada demografía de sus creadores actuales.
Asimismo, tenemos la alternativa — y la responsabilidad — de pensar más detenidamente sobre cuándo no es adecuado utilizar tecnologías automatizadas. Comprender las fortalezas y limitaciones de la robótica y la IA nos ayuda a combatir la tendencia actual de utilizar la tecnología en todos los ámbitos, tanto en sistemas armamentísticos automatizados, cámaras de reconocimiento facial, decisiones de contratación o en el sistema de justicia penal. Utilizar la tecnología automatizada en estos contextos no solo produce resultados deficientes y lesivos, sino que también permite que las empresas, los políticos y las personas echen la culpa a las decisiones de los robots, cuando somos los humanos los que deberíamos asumir la responsabilidad.
Nuestro problema no es que los robots se hagan con el control, sino que demos por hecho que vayan a hacerlo. Así que dejemos de culpar a los robots en nuestros titulares. Cobremos consciencia de que los robots y la IA son instrumentos fabricados por el hombre, y de que tendrán un impacto sobre los trabajos y las vidas de las personas en el marco de grandes sistemas y alternativas de origen humano. En lugar de responsabilizar a los robots, volvamos a asumir nosotros esa responsabilidad. Después de todo, la tecnología no determinará el futuro: lo haremos nosotros.