Se moviliza en cuatro patas y miden 0,1 mm. Podría explorar entornos biológicos.
FUENTE: www.eltiempo.com
Microscópicos e hiperresistentes. Así son los robots capaces de desplazarse a cuatro patas desarrollados por un equipo de investigadores, según un estudio publicado en la revista Nature.
Estos robots cuyo tamaño equivale al grosor de un cabello «son invisibles para el ojo humano. Poseen cuatro patas y se alimentan mediante células solares implantadas. Podemos hacer mover sus piernas enviando una luz láser sobre estas células fotovoltaicas, lo que les permite caminar», explica a la AFP Marc Miskin, de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
Cada robot está constituido de un simple circuito fabricado a partir de células fotovoltaicas de silicio (el cuerpo) y de cuatro accionadores electroquímicos (las patas).
Según el estudio, estos mecanismos de 0,1 mm son robustos porque pueden sobrevivir en entornos muy ácidos y a variaciones de temperaturas de más de 70 ºC.
Los investigadores produjeron más de un millón de estos robots, que «podrían inyectarse mediante agujas hipodérmicas, ofreciendo la posibilidad de explorar entornos biológicos», según el estudio. O bien ser útiles por ejemplo para la reparación de materiales a escala microscópica.
«50 años de reducción de electrónica nos condujeron a tecnologías extremadamente minúsculas: se pueden construir captores, ordenadores, memoria, todo en espacios muy reducidos. Pero si uno quiere también robots, necesita accionadores, piezas que se muevan», sin necesidad de una fuente de energía demasiado pesada ni voluminosa, explica Miskin.
Podrían inyectarse mediante agujas hipodérmicas, ofreciendo la posibilidad de explorar entornos biológicos
Por ahora, estos están lejos de ser perfectos: son lentos e incontrolables. Pero asociados a componentes microelectrónicos podrían convertirse en micro-robots totalmente autónomos, según los autores.
Los ejemplares fabricados «pueden considerarse como una plataforma sobre la cual se podrían fijar ‘cerebros’», explican Allan Brooks y Michael Strano, del Instituto de Tecnología de Massachussets, en un comentario publicado también en Nature.
Pero «para llegar a la fase de aplicaciones, todavía queda mucho trabajo», afirma Miskin.