• El uso de robots en el sector servicios se dispara un 48%
  • España se queda atrás en el uso de robots industriales
  • El Gobierno ignora la propuesta de los sindicatos de hacerles ‘cotizar’

FUENTE:eleconomista.es

AUTOR: Javier Esteban

El temor a que las máquinas sustituyan a los trabajadores no es nuevo, pero desde la pandemia ha cobrado una especial relevancia impulsado tanto por los últimos avances tecnológicos como por las ‘tensiones’ laborales motivadas por la falta de mano de obra (y la presión salarial que la acompaña). Esto último ha llevado a que cada vez más empresas estén apostando por el uso de robots para ‘ayudar’ a sus trabajadores humanos. Pero ya no se limitan a la industria, sino que irrumpen con fuerza en el resto de las actividades, en especial en el sector servicios. Algo que amenaza especialmente a países como España, que asiste al inicio de una nueva revolución que apunta directamente a las actividades de las que más depende para crear empleo.

 

La mayoría de las personas a las que se pregunta cómo trabaja un robot en el mundo real seguramente no piense en una configuración de aspecto humanoide, sino en un brazo mecánico ensamblando piezas en una cadena de montaje en una fábrica. Y lo cierto es que esta imagen no anda demasiado desencaminada si atendemos a dónde se utilizan esas máquinas principalmente. Según los últimos datos de la International Federation of Robotics (IFR), el parque mundial de robots industriales creció un 5% en 2022, con 553.000 nuevas unidades instaladas. Los destinados al resto de actividades apenas sumaron un tercio de esta cifra, un total de 158.000.

Más de la mitad de los nuevos robots industriales, 293.000, se instalaron en China. Suponen un 73% más que hace un año. España ocupa el puesto número 12 del ránking mundial de países que más robots adquieren, con apenas 3.800. Aunque supone un 10% más que en el ejercicio precedente, queda también por debajo de la cifra anotada por las grandes economías del euro (Alemania, Italia y Francia) que incorporaron muchas más de estas herramientas a su industria en 2022.

Estos datos apuntan a una de las claves en el proceso de robotización de los últimos años: los países asiáticos que antes competían con menores costes laborales, ahora lo hacen con una mayor inversión en tecnología. La respuesta europea ha sido desigual. Mientras varios países intentan plantar cara a este ‘adversario’ e incluso defienden la ‘relocalización’ de la producción, otros como el nuestro no registra avances sustanciales. Y es que esas nuevas instalaciones de robots en España no responden a una apuesta industrial. Más bien es un remanente de los procesos que en décadas anteriores tuvieron mucha mayor intensidad.

De hecho, según un informe de la OCDE publicado en 2019, antes de la pandemia, señalaba que España registró el mayor incremento de la OCDE de su ‘stock’ de robots industriales entre 1993 y 2000, cuando lo multiplicó por cinco. El motivo fue la reconversión de la industria del automóvil. Pero, en comparación con este récord, la evolución se desaceleró sustancialmente en las décadas siguientes, lo cual tiene una lectura clara: aunque el parque de robots no ha dejado de crecer, buena parte de las adquisiciones se deben a la necesidad de mantener y renovar los puestos establecidos a finales del pasado siglo y sigue por detrás de los niveles alcanzados en las grandes economías de nuestro entorno.

Esta evolución se produce en paralelo a un trasvase de la mano de obra de la industria a otros sectores. En primer lugar, hacia la construcción, en especial entre 2000 y 2008, aunque tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria se reorientó hacia los servicios, que en este siglo han pasado de aportar el 63% al 77% del empleo en la actualidad, mientras que la industria pasó del 19% al 13% de la ocupación.

Una caída reseñable del empleo desde los años previos a la crisis financiera y que plantea que la robotización no contribuyó precisamente a reforzar el empleo en el sector en el que tienen mayor presencia. Pero tampoco en el resto. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué ocurriría si el sector que más empleo genera, los servicios, sufriera un proceso de robotización similar al que experimentó la industria en la década de los 90?

Una nueva revolución

Aunque se suele hablar de la digitalización y automatización como de una etapa de la ‘revolución industrial’, lo cierto es que su alcance es más amplio y afecta a más sectores que nunca. Y esto también se aplica a los robots.

Como decíamos más arriba, según los datos de la IFR, en 2022 se instalaron en el mundo 158.000 nuevas unidades de robots «profesionales de servicios» (aunque en realidad engloba todos los usos en actividades ‘no industriales’). Son apenas un tercio de las de robots en fábricas, aunque supone un incremento del 48% respecto a hace un año.

Y a esta cifra se suman 22.000 (50% más que hace un año) que se utilizan bajo el modelo de Robot As A Service (RaaS), una especie de alquiler similar a las suscripciones en el ámbito del software, que ha crecido un 50%. A diferencia de las estadísticas de robots industriales, que provienen de un mercado mucho más desarrollado, la IFR no ofrece datos por países.

Este mercado es, por ahora más reducido que el industrial, con apenas 975 fabricantes reconocidos por la IFR, que no considera en su informe ni «prototipos» ni productos de empresas que siguen en la fase de ‘startup’ y no tiene capacidad para producirlos a gran escala. Pero esto mismo supone, sin embargo, una inmensa oportunidad de crecimiento, sobre todo por los problemas generalizados de falta de mano de obra y tensiones del mercado laboral tras la pandemia.

Aunque todas las ocupaciones son susceptibles de verse afectadas por la automatización en algún grado, ya sea a través de inteligencia artificial, algoritmos ‘convencionales’ basados en Big Data, máquinas autónomas o una combinación de lo anterior, son aquellos que exigen más interacciones físicas y presencialidad los más vulnerables a los robots, propiamente dichos. Por ello, los robots de servicios profesionales tienen potencial de operar en un conjunto muy heterogéneo de actividades.

En el sector servicios, el impacto se centraría en la logística, el comercio, la hostelería y el turismo, la limpieza y mantenimiento de edificios, la atención sanitaria y la dependencia, o la educación, que suponen el 52%de la afiliación a la Seguridad Social en España, un 63% sumando construcción y agricultura (y un 74% si añadimos la industria) . Aunque dar una estimación precisa es complejo. La OCDE por ejemplo rebaja el porcentaje de empleos en alto riesgo en España por la automatización en sentido amplio (contando trabajadores afectados por la inteligencia artificial y no solo por la robotización) al 28%. Aunque esta estimación fluctúa en función de la evolución de una tecnología que avanza a marchas forzadas.

Más allá del hype

Aunque ante todo hay que tener en cuenta el hecho de que que un robot pueda realizar una tarea no implica que lo haga igual que un humano ni que ello sea rentable. En ese sentido, la IFR señala que la llegada de los robots humanoides «sigue en sus días iniciales», a pesar de lo defendido por como Elon Musk y el lanzamiento por parte de gigantes como Amazon de programas para su introducción en almacenes.

Hace muchos años que la construcción de androides funcionales dejó atrás las páginas de ciencia ficción para entrar en el campo de la ingeniería, pero la apuesta actual es diferente, porque se dirige al diseño e implementación de máquinas que pueden moverse como un humano y realizar no solo una sino múltiples tareas que pueden parecer muy básicas pero que una máquina hasta ahora no puede realizar o supondría muchas dificultades. Como por ejemplo mover productos de pequeño tamaño de un lado a otro de un almacén. La promesa es que serán cada vez más baratos, como anunció Elon Musk con la fabricación de su modelo Optimus (conocido inicialmente como Tesla Bot).

En un entorno más sindicalizado y de demandas salariales en la industria y la logística estadounidense, es difícil no interpretar esta publicitada tecnología como un ‘órdago’ que intenta frenar las presiones de las plantillas. Pero la IFR no entra a valorar estos proyectos y pone el foco en que los robots están irrumpiendo con mucha mayor celeridad y menor conflicto.

«Los pioneros en el campo de la robótica de servicios subrayan las importantes oportunidades que se abren a las nuevas empresas que se incorporan a este mercado en crecimiento, con productos innovadores que van más allá del hype ocasional de la robótica», se limita a señalar. Y es que, a diferencia de los robots industriales, cuyo mercado ha alcanzado un grado de madurez, en el resto de las actividades los nichos son potencialmente infinitos.

Aunque hay tanto tipos como actividades, una de las características principales de estos robots, que les diferencia de los industriales, es la mayor movilidad y capacidad de interactuar con su entorno y con los seres humanos, que ya se han acostumbrado a su presencia en sus entonos laborales. En este caso, la irrupción de la inteligencia artificial puede mejorar su autonomía y respuesta colaborativa, hasta el punto de que muchos expertos proponen usar el término ‘cobots’: robots compañeros.

El principal uso de los robots no industriales está en el transporte y la logística, con un 44% más de unidades vendidas en 2022 y un 67% ‘alquiladas’ bajo el modelo RaaS. «Uno de cada dos robots de servicios profesionales vendidos en 2022 se construyó para el transporte de mercancías o carga», incide el informe. Los robots de hostelería, por otro lado, «disfrutan de una popularidad creciente», con un aumento del 125% de las ventas en 2022. Sin embargo, la venta de robots médicos retrocedió un 4%, aunque siguen en tercera posición, superando a los agrarios, que llegan a las 8.000 ventas anuales y suponen un 18%. Por último, los de limpieza, con 6.900 nuevas unidades crecen un 8%. Sin embargo, la entrada en actividades como la construcción sigue siendo muy reducida, por no decir nula, según los registros de la IFR.

 

Robots cotizantes

Como ocurrió con sus homólogos industriales, el riesgo de estos robots, incluso los ‘cobots’, es doble: que sustituyan a trabajadores, en especial a los de baja cualificación, o que reduzcan los salarios al simplificar tareas. En cualquier caso, se intuye un impacto sustancial en la economía española, aunque el Gobierno y los sindicatos discrepan en este apartado.

En su informe de prospectiva España 2050, elaborado en 2021, el Ejecutivo presenta a la robotización como una oportunidad más que como una amenaza. Además de incidir en que las estimaciones de impacto de la automatización son muy volátiles (oscilaban en un abanico entre el 28% de la OCCE al 50% de otros estudios), señala que los avances tecnológicos no han provocado grandes cambios en la tasa media de actividad de España desde 1868.

«Esto se debe a que, al tecnificarse, las empresas aumentan su productividad, algo que les permite aumentar a su vez los márgenes de beneficio, reinvertir, crecer, y contratar a más personal«, asegura el documento. Una visión muy diferente a la de los sindicatos, que recalcan que la destrucción de empleo en la industria en los últimos años ha ido pareja, precisamente, a la irrupción de los robots.

 

De ahí que lancen una propuesta de obligar a las empresas que usen esta tecnología a compensar el gasto generado por esta destrucción de empleo y menores sueldos, en especial en los que supone para las futuras pensiones. De hecho, esta idea se introdujo en las recomendaciones del pacto de Toledo, si bien el Gobierno ignoró esta idea en su reforma de las pensiones. La razón es el riesgo que supone gravar la innovación tenga un impacto mucho más negativo en el empleo, ahuyentando empresas, que el que pueda provocar el uso de robots.

En cualquier caso, el creciente problema de mano de obra por el envejecimiento de la población, que el Ejecutivo aspira a cubrir con inmigrantes, seguramente incrementará también el uso de robots, sobre todo a media a que estos sean más ‘inteligentes’ y baratos. Una evolución que depende en buena parte del salto tecnológico, y hace que las perspectivas de impacto del Gobierno y los diferntes organismos de estuido públicos y privados puedan quedarse más que cortas en los próximos años.


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