FUENTE: www.america-retail.com

AUTOR: DIEGO COQUILLAT

Durante los meses de pandemia la robótica ha experimentado un fuerte crecimiento en industrias en las que previamente apenas tenía calado. Así ocurre en el mundo de los restaurantes. Pese a que algunas propuestas ya se conocían en el sureste de Asia y en EE. UU., cunas de la tecnología, en el resto del mundo la implantación era más bien tímida.

Desde finales de invierno eso está cambiando en todo el planeta. Con las medidas de precaución impuestas para combatir el SARS-CoV-2, la población es más receptiva que nunca a la idea de un servicio completamente gestionado por autómatas, sin la aparente intervención de empleados humanos. Es por eso que el primer establecimiento completamente basado en robótica para restaurantes de la conocida marca de comida rápida Kentucky Fried Chicken no pilla a nadie por sorpresa, es la consecuencia lógica de una tendencia que coge vigor con cada mes de crisis sanitaria que vivimos.

El nuevo local de KFC ha abierto en la capital rusa. Los transeúntes de las calles de Moscú pueden visitar ahora su restaurante de comida rápida favorita y ser atendidos por alguno de los robots que se han instalado allí.

La experiencia de comer unas alitas de pollo en el KFC recién inaugurado en Moscú no dista mucho de otras experiencias automatizadas en el mundo de la restauración, lo que es realmente sobresaliente es que hasta el último detalle se ha conseguido atender a base de robots, algo que es mucho menos frecuente.

Cuando el comensal entra por la puerta del establecimiento, su primera interacción tiene lugar con un kiosco de autopedido basado en reconocimiento facial. Este sistema es capaz de acelerar las esperas al reconocer a los clientes recurrentes y proponer comandas que ya han consumido en el pasado. El cliente no toca en ningún momento el dispositivo, y los pagos se manejan a través de algún monedero virtual compatible con el sistema (Apple Pay, Android Pay, etcétera).

Siempre cabe la posibilidad de que estas nuevas tecnologías para restauración entrañen alguna dificultad a los comensales poco habituados a lidiar con los nuevos sistemas que van apareciendo en el mercado. Por eso, dentro del edificio, el consumidor desorientado puede recurrir al kiosco SOS para resolver sus dudas. Este kiosco invoca a la única persona que trabaja en el restaurante, el gerente del local, quien dará las indicaciones necesarias al cliente despistado para que su experiencia de usuario sea ideal.

Además de las especialidades de pollo que habitualmente se pueden encontrar en una franquicia de la cadena Kentucky Fried Chicken, este local tiene un aspecto adicional; y es que la cocina está parcialmente abierta a quienes quieran curiosear cómo se desarrollan las labores de cocinado.

En esta habitación segregada sólo en parte, los robots de cocina se encargan de la preparación de los ingredientes y su posterior paso por fogones. Para lograr que las recetas de la casa sean fieles al sabor tradicional que ha llevado a la fama a KFC, se emplean una multitud de autómatas dispuestos a lo largo de una cinta transportadora. En esta línea de producción, los diferentes robots ejecutan de forma precisa las tareas más repetitivas como la selección  de las piezas de carne a utilizar, el rebozado, el paso por la freidora o el sazonado, por mentar algunos de los procesos que tienen lugar.

Finalmente es el turno de un robot de servicio encargado de camarería. Este robot deriva el producto terminado de la cinta transportadora a unas taquillas automatizadas. Por un lado está el acceso para el robot, y por el otro está el acceso al cliente, que puede recoger su comanda tan pronto como esta sale de la línea de producción.

Además, para minimizar el número de superficies de contacto que pudieran desembocar en contaminación por coronavirus u otros patógenos, las puertas de las taquillas del lado del cliente se abren mediante reconocimiento facial también, por lo que el cliente no tiene que tocar en ningún momento asa o pomo alguno: simplemente coge su bandeja y se la lleva a su mesa.

El nuevo restaurante de KFC no tiene nada que envidiar a aquellos que operan de forma más tradicional. En la carta se encuentran los artículos más demandados de la marca, pero se incluyen también bebidas calientes, refrescos, helados y demás productos que mejoran en gran medida la experiencia del comensal.

Cuando el cliente está saciado y contento con su paso por el restaurante, puede abandonarlo cuando desee. Es en este momento cuando entra en juego la flota de recogida y desinfección. KFC asegura ser capaz de higienizar por completo las mesas tras cada comida, y además se cerciora de que las posibles superficies de contacto reciban la pertinente descontaminación con una periodicidad no superior a los 30 minutos.

De esta forma la cadena de comida rápida ha empleado las nuevas tecnologías, especialmente aquellas basadas en robótica y reconocimiento facial, para despuntarse de la competencia con un local más seguro y libre de coronavirus.

La respuesta de los residentes de Moscú no podría haber sido mejor. En pocos días, los ciudadanos rusos, fascinados también en parte por el estilo americano que destila el local, han visitado con asiduidad el nuevo KFC, una prueba de que incluso en tiempos difíciles se puede conseguir el éxito.

Después de la buena experiencia de KFC solo queda por ver cuál es el próximo restaurante que se apunta a la moda de la robotización. ¿Algún candidato?


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