FUENTE: www.elconfidencial.com

AUTOR: Michael Mcloughlin

La gran dimisión solo era el principio. Amazon teme quedarse sin gente que contratar en algunas zonas de EEUU. Entramos en una de las fábricas donde crean cientos de miles de robots industriales cada año, un enorme experimento que definirá el futuro del trabajo

El pasado año, un informe encargado por la propia dirección hizo temblar los cimientos de Amazon. El rey del comercio online, que a consecuencia de la pandemia multiplicó su plantilla hasta sumar más de millón y medio de almas y ascendió hasta ser el segundo empleador privado del mundo, corría el riesgo de quedarse sin personas a las que contratar. Y podía ocurrir antes de lo que parece. “Si continuamos como hasta ahora, Amazon agotará la oferta de mano de obra disponible en EEUU para 2024”, concluía el estudio, que marcaba algunos puntos calientes. El documento no tenía en cuenta toda la población de aquel país, sino la que era susceptible de trabajar para ellos bien por ingresos, bien por su lugar de residencia.

Aquello fue un toque de atención para una empresa a la que siempre se le había afeado su modelo laboral, pero a la que nunca le habían faltado manos. Que la gente durase menos de lo normal parecía el menor de los problemas, mientras todo siguiese funcionando. Jeff Bezos, ese empresario visto como una especie de ‘Thanos del neoliberalismo’ por sus detractores, estaba ocupado en otros menesteres. Pero este asunto siempre le persiguió. Su imagen de villano ha sido construida a golpe de pensamientos como que los empleados que permanecían mucho tiempo en la empresa corrían el riesgo de acomodarse o quemarse. Cuando eso ocurría, pensaba el magnate, bajaban la productividad. La proclama, por tanto, era apretar las tuercas para sacar el máximo de cada persona e imponer cuotas de rotación anuales. La principal preocupación, en todo caso, era la sindicalización de los trabajadores. No la falta de ellos.

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“Si continuamos como hasta ahora, Amazon agotará la oferta de mano de obra disponible en EEUU para 2024”

Informe interno filtrado en 2021

LOS PUNTOS CALIENTES PARA AMAZON

Área metropolitana de Phoenix.- Cuando se emitió el informe, a mediados de 2021, se temía que, en la zona metropolitana de Phoenix, se agotaran los trabajadores disponibles a finales de ese mismo año.

LOS PUNTOS CALIENTES PARA AMAZON

Inland Empire (California).- El centro logístico que Amazon tiene en Inland Empire, a 100 kilómetros de Los Ángeles, podría quedarse sin posibles candidatos en 2022, según los documentos.

FÁBRICAS DE AMAZON

La compañía tiene dos fábricas en Massachusetts, capaces de crear 330.000 robots cada año. Estos lugares, donde trabajan 400 personas, son claves para que la compañía esquive la escasez de trabajadores.

FÁBRICAS DE AMAZON

North Reading.- La primera planta inaugurada por Amazon Robotics. Cuenta tan solo con cuatro líneas de producción.

FÁBRICAS DE AMAZON

Westborough.- Su centro más ambicioso, inaugurado en 2021 con 33.000 metros cuadrados. Cuenta con seis líneas de producción.

Las circunstancias parecen haber enterrado, al menos en parte, esta filosofía. Ya en pleno azote del covid, la compañía se vio obligada a mejorar las condiciones salariales en todo el mundo para afrontar el boom del comercio online, disuadiendo así a los trabajadores de irse a la competencia. La guerra por el talento tecnológico se había convertido, en su caso, en la guerra por la mano de obra.

Los beneficios extraordinarios sostuvieron ese aumento de la masa salarial y los gastos operativos. Pero la vuelta a la vieja normalidad les quitó la venda de los ojos: aquello no era sostenible. Su imperio de internet no podía seguir creciendo a base de quemar dinero para contratar y retener a miles de personas en sus puestos. El negocio logístico de la compañía nunca ha sido un vergel de enormes rentabilidades y, en caso de seguir sin cambios, el asunto podría agravarse.

Amazon vuelve a funcionar, una vez más, como canario en la mina de un problema que puede afectar a muchos más. En algunos sectores, como la industria o el transporte, ven constantes aumentos del número de vacantes que quedan sin cubrir. En EEUU, según datos oficiales, el pasado mes de agosto había más de 550.000 ofertas de empleo desiertas solo en logística. A eso hay que sumar el efecto de la Gran Dimisión, que en ese mes se cobró un máximo histórico en este sector, con 250.000 renuncias. A este lado del Atlántico, en países como Alemania, el problema lleva cocinándose poco a poco en silencio. Hace una década, solo 2 de cada cien puestos de trabajo en centros logísticos y almacenes no conseguían candidatos. Ahora, la cifra se acerca a 5 de cada 100, según los datos recogidos por Eurostat. En España los registros se mantienen contenidos, pero el miedo al efecto contagio está presente.

Trabajadora Amazon
Robots Amazon

En realidad, los de Seattle ya llevaban años trabajando en la solución sin saber exactamente cuándo se materializaría este problema. Concretamente desde 2012, cuando adquirieron una startup llamada Kiva Systems, por la que pagó casi 800 millones de la época. Aquella inversión fue una semilla que hoy ha crecido hasta convertirse en Amazon Robotics, la empresa que más robots industriales crea cada año en total. 330.000 máquinas que cobran vida en dos enormes naves que están a pocos kilómetros de Boston y que emplean a 400 personas.

“De momento, son humanos los que montan los robots y seguirá siendo así”, explica Erika McClosky, la encargada de definir el funcionamiento de estas fábricas. Nada de “máquinas que fabriquen máquinas” como aventuró el expresidente Mariano Rajoy en una de sus recordadas intervenciones. Tampoco, por ahora, nada de robots humanoides como los que persiguen Boston Dynamics o, más recientemente, Tesla. McClosky explica que se centran en soluciones “menos vistosas”, pero “más efectivas” en el día a día.

Ensayo general para una falta de trabajadores

“En este lugar estamos diseñando las máquinas del mañana”, comenta Tye Brady, director de Tecnología de Amazon Robotics, al recibir a El Confidencial en BOS27, la planta localizada en Westborough, que por primera vez ha abierto las puertas a la prensa. “Todo lo que vemos y hacemos aquí —prosigue— nos permite estar más obsesionados con el cliente. Llevarle el pedido correcto en el momento correcto”, concluye. En resumen, lo que buscan con este enorme experimento es mantener engrasada su maquinaria de envíos rápidos, que marcó un antes y un después en este gremio.

Trabajador Amazon

Que un paquete llegue en el menor tiempo posible a manos del comprador depende de muchos factores. Algunos impredecibles, como que el usuario esté en casa para recogerlo o el tráfico que encuentra el mensajero en su camino. Aunque también son factores que están intentando abordar con soluciones tan distópicas como los drones de reparto, son asuntos que escapan a su control absoluto. Por eso toca centrarse en lo que pueden controlar al 100%: el interior de sus centros logísticos.

Desde que alguien hace clic hasta que el pedido esté listo para meter en un camión hacia un almacén urbano solo pueden pasar dos horas. Un corto periodo que obliga a tener un proceso milimétrico. Parece una odisea que no se puede encargar únicamente a la capacidad humana. Esos plazos parecen incompatibles con que un empleado tenga que andar arrastrando carros durante varios kilómetros cada jornada o correr a recoger un producto a una estantería y llevarlo al punto de empaquetado una y otra vez.

Robots que sustituyen manos y ojos humanos

Por esta razón, la maquinaria hace tiempo que entró en lugares como estos. La automatización del trabajo no es nada nuevo. Está más que consolidada, por ejemplo, en fábricas de automóviles para levantar los coches o colocar decenas de tornillos en un abrir y cerrar de ojos.

Pero todo parece diferente en este rincón de Massachusetts, donde han logrado llevar a la robótica a un nuevo estado de forma. Gracias a la inteligencia artificial, han conseguido que puedan hacer tareas que antes solo merecía la pena encargar a un humano. Y esto, al igual que los supermercados que son capaces de funcionar sin un solo cajero, es un terreno pantanoso, que genera la preocupación de que la Gran Dimisión se convierta en el gran recorte de empleo.

Ese temor hiperbólico a una rebelión laboral de las máquinas también ha sido espoleado por esos vídeos con millones de visualizaciones de Boston Dynamics en los que sus robots con forma de humano o de perro salen bailando y saltando mejor que cualquiera que esté leyendo estas líneas. La cuestión es que casi nadie sabe exactamente para qué utilizar los avanzados y carísimos inventos de esta compañía, propiedad ahora de Hyundai. Antes pasó por las manos de Softbank y Google, que vendieron por no saber rentabilizar la inversión. Eso no ocurre en Amazon Robotics, que ya tiene casi 600.000 robots funcionando en todo el mundo. Por ello, esta empresa se ha convertido en el experimento más serio sobre el futuro del trabajo.

“Nosotros no los vemos como humanos, los vemos como animales de granja”, comenta Mikell Taylor, una de las ingenieras jefe que tiene Amazon Robotics entre sus filas. Acaba de plantar un taconazo delante de Proteus, uno de los muchos desarrollos, que empezará a implementar este año en sus centros de EEUU.

PROTEUS

Robot Proteus

A simple vista puede parecer una versión refinada de esas roombas hormonadas que la compañía lleva utilizando años. Pero no. Esta máquina es mucho más lista que sus hermanas mayores. Cuando detecta el zapato, detiene la marcha para reanudarlo apenas un segundo después esquivando ese obstáculo inesperado. Es ahí donde reside su fortaleza. El conjunto de sensores y algoritmos le permite tener un sistema de percepción y navegación completamente autónomo.

Navegación

“Esto le permite compartir espacio de trabajo con los humanos de forma segura, como nunca habíamos visto”, añade. A día de hoy, tienen que estar enjaulados y, cuando un técnico accede al recinto, “tiene que hacerlo con un chaleco con balizas para que les detecten”.

Ahora, Proteus podrá llevar estanterías llenas de paquetes u objetos a lo largo de un almacén “esquivando” a sus compañeros de carne y hueso, evitando que estos tengan que andar de aquí para allá arrastrando tanto peso. “Mientras tanto, pueden centrarse en otras actividades”, remata Mikell, que pone el acento en la seguridad, uno de los grandes talones de Aquiles de la compañía, a la que siempre han acusado de tener una media superior de accidentes al de otras empresas por el ritmo de trabajo.

Movimiento hasta los Cogart

SPARROW

Sparrow

Ese argumento, el de liberar a los trabajadores de hacer tareas repetitivas, también es la carta de presentación de Sparrow, un nuevo brazo robótico con el que Amazon pretende matar dos pájaros de un tiro.

La compañía tiene un sistema particular para ordenar sus productos. Nunca guarda dos objetos parecidos en una misma caja. Eso obliga a que sea un humano el que tenga que coger la referencia, ya que las diferentes formas y tamaños hacían imposible automatizar esa tarea. Eso parece tener los días contados. Porque, gracias a la visión por ordenador y la inteligencia artificial, Sparrow puede diferenciar un bote de vitaminas de una funda para móvil y cogerlo sin interacción humana. Además, puede detectar si el embalaje o el producto tiene algún daño y descartarlo.

Altura y movimiento

Con esto se soluciona uno de los problemas tecnológicos que más se le había atragantado en los últimos años: el agarre de objetos de diferentes formas. El propio Bezos dijo en 2019 que esperaba que estuviese solucionado en unos 10 años. “Es increíblemente difícil”, afirmó por aquel entonces. Para lograrlo, lo que han hecho es incluir una serie de ‘miniaspiradoras’ muy potentes con forma de ventosa en el extremo del brazo.

Identificación, agarre, distinción y organización

Concha Monje, profesora de Robótica y catedrática de la Universidad Carlos III, explica el enorme avance que supone lograr una “psicomotricidad de estas características”. “Hay que pensar que cuanto menos estructurado es el entorno en el que trabaja la máquina más complicado es prepararla. En este caso, puede ser que tenga que agarrar un osito de peluche por la oreja e inmediatamente después una caja de móvil por la parte frontal. Eso necesita una ingente cantidad de datos, aprendizaje automático e inteligencia artificial”.

Manejo de objetos por hora

Monje subraya que, además de los algoritmos, un elemento indispensable para que hayan aparecido estos robots: las redes de última generación. “Hay que pensar que estas máquinas no trabajan de forma independiente. Trabajan en conjunto con otros robots y también con humanos. Hay parte de la computación que se realiza localmente, pero hay otros muchos procesos que se hacen en la nube. Eso exige que haya una latencia mínima cuando hay un problema para tener la respuesta casi en tiempo real, y eso te lo permiten cosas como el 5G”.

Robot
Gortázar y Goirigolzarri
Brazo Robot
Brazo Robot
Otros robots desarrollados por Amazon: (1) Kermit, una máquina para llevar contenedores por los almacenes que se guía por etiquetas en el suelo. (2) Pegasus X-Short, de forma similar a Proteus o los Kiva originales, pero pensados para llevar paquetes más ligeros. (3) Ernie, un brazo robótico que saca los cajones de las estanterías y los acerca a la altura de los trabajadores. (4) Cardinal, un brazo autónomo capaz de coger cajas de diferentes tamaños y ordenarlos en un GoCart.

Aumento de trabajadores vs. aumento de robots

Datos desde 2013: Empleados y Robots

Gráfico aumento de trabajadores vs. aumento de robots.

Sobre si estos avances pueden suponer el fin de millones de trabajos, esta ingeniera es meridianamente clara: “Es cierto que habrá perfiles a los que por su edad o especialización les será difícil reciclarse, pero la robótica no tiene como fin destruir empleos”, remata. “Tendrá efectos en el trabajo. Buenos o malos, según como se mire. Pero esa idea de que tú te formas cuatro o cinco años y pasas tu vida haciendo lo mismo, va a quedar atrás. Vamos a estar reciclándonos constantemente. Una vez asumamos eso, estos problemas desaparecerán”.

La catedrática habla de que estamos asistiendo a “cómo se profundiza en la era de los robots colaborativos”. “Son esos que han sido construidos para solucionar problemas concretos. Hay otros, como los que tienen forma humana, que lo que buscan es demostrar hasta dónde se puede llegar. Pero los que más posibilidades tienen de popularizarse son los primeros”. Un dato que apoya estas tesis es que, de todos los robots que tiene Boston Dynamics en cartera, es un brazo robótico llamado Strech el más demandado. Entró en producción en abril y la lista de espera ya era de muchos meses.

Brady también niega la mayor y aleja esa idea de que Proteus o Sparrow vayan a firmar el finiquito de millones de personas. “Nuestra visión nunca ha estado vinculada a una decisión binaria de personas o máquinas. Y durante la pandemia se ha visto. Aumentamos nuestra flota robótica, pero también el número de empleados. Sin ellos no hubiese sido posible mantener todo en funcionamiento”, remata, a la vez que desliza que los puestos de trabajo “no se destruirán, sino que se transformarán como la energía”. Como prueba, afirma que han creado 700 categorías nuevas de empleo en estos años. No detalla cuáles, por lo que esta estadística es un acto de fe.

Sea como sea, el consenso generalizado es que, si la multinacional norteamericana lleva a buen puerto estas ambiciones, tendrá un efecto similar al de la hormona del crecimiento en el resto de esta industria, que tendrá que igualar este nivel tecnológico para no quedarse atrás. Todo ello con el correspondiente efecto sobre millones de trabajos. El propio Brady apoya esta idea cuando se le pregunta si se plantean hacer lo mismo que hicieron con Amazon Web Services y comercializar sus soluciones a terceros. Nada de eso. Todo es para consumo interno. “Pero, cuando logras algo lo suficientemente bueno, acaba formando parte del paisaje”.

Brazo Robot

Amazon, ¿el canario en la mina?

“Estas empresas con inmensos recursos son las que tienen la capacidad de provocar estos cambios en los sectores en los que actúan y definir el futuro del trabajo. Ya lo vimos con las entregas en 24 horas”, explica Carlos Gutiérrez, secretario de Programas de Comisiones Obreras que durante mucho tiempo se dedicó al estudio de estas “nuevas realidades” en el sindicato.

¿Por qué Amazon se ha convertido en el laboratorio perfecto para estos avances? Porque tiene todas las patas necesarias para emprender este viaje. Además de tener unos ingresos millonarios, tiene los almacenes donde detectar problemas reales y pensar soluciones a medida. Con Amazon Web Services, tiene la infraestructura tecnológica necesaria para trabajar en los algoritmos y la capacidad de cálculo en la nube que requiere la inteligencia artificial. Tiene las fábricas para darles forma. Y, sobre todo, tiene la necesidad de lograr avances en la materia para hacer sostenible su negocio.

Este no parece que vaya a ser un caso aislado. Si el mercado global tuvo un valor de 27.730 millones de dólares en 2020, se espera que en los próximos cuatro años se llegue a un valor de 74.100 millones, según cifras de la Federación Internacional de Robótica. Eso significa crecer casi un 18% anual durante un lustro.

Gráfico aumento de trabajadores vs. aumento de robots.

Obviamente, no todos tienen los recursos para subirse a este carro. No todos cuentan con el músculo para crear lo que necesitan o comprar lo que crean las cientos de ‘startups’ dedicadas a estos menesteres. Algo que ha dado pie a la aparición de nuevos jugadores como Locus Robotics, otra empresa de Massachusetts, que se ha especializado en crear robots colaborativos. Pero no para venderlos, sino para ofrecerlos por suscripción, como Netflix o Spotify. “Es un sector con alta temporalidad. Los picos más grandes se producen en Navidades y rebajas. Eso dificulta que se pueda dimensionar la plantilla y los recursos de una manera estable”, cuenta Inés Alcántara, trabajadora de esta compañía en nuestro país.

¿Se está agotando la mano de obra?

Evolución de la oferta de trabajadores en la última década y perspectiva para los próximos años.

Gortázar y Goirigolzarri

Lo curioso es que esta empresa es un efecto secundario de la compra de Kiva Systems por parte de Amazon. Al verse privado de esta tecnología, una empresa llamada Quiet Logistics decidió montar una spin off para evitar caer nuevamente en este error. “Era la opción más lógica. Las otras eran quitar la robótica o volver a depender de un tercero”, añade.

Alcántara señala el motivo por el que este debate se está centrando en el sector de la logística. “La automatización no es nueva. Ya la hemos visto en la industria clásica, pero ahí funciona todo de manera más repetitiva. En los almacenes, el factor humano es mucho más importante y la convivencia es más difícil de lograr, aunque se ha avanzado mucho”, argumenta. Añade que, aunque ya se venía “hablando de esto antes de la pandemia”, el crecimiento de los últimos años ha profundizado en este asunto. E insiste en una idea: “Siempre está el factor humano, eso es muy difícil de eliminar”.

Algo en lo que coincide Gutiérrez, que recuerda casos como el de Tesla, que decidió “automatizar por completo” una de sus fábricas para la producción del Model 3. “Se aumenta la eficiencia, pero te arriesgas a que si falla algo la solución sea mucho más rígida que con humanos”.

“Más que hablar de automatización del trabajo, hay que hablar de automatización de tareas, ya que un empleo es la suma de múltiples tareas”. Este experto no cree que a día de hoy, con las evidencias de las que disponemos, se pueda hablar de “desempleo de origen tecnológico”. Hace referencia a múltiples estudios llevados a cabo en lugares como Japón, donde tiene “un mayor grado de robotización que en otras economías” y se han creado nuevos empleos. “La respuesta no es fácil, pero no se puede establecer una causalidad directa entre la tecnología y el aumento del paro”.

Robots

El secretario de CCOO asegura que este debate “tiene múltiples aristas”. Menciona la cuestión demográfica y cómo el aumento de la esperanza de vida y envejecimiento de la población en ciertos países, como España, puede restar candidatos a los trabajos más manuales: “Eso se puede abordar bien con la robotización, pero también a través de la migración, absorbiendo trabajadores de otras economías con mayor natalidad”.

Aunque no se pueda establecer un juicio, este experto cree que ya hay retos palpables como la “polarización salarial”. Un reciente estudio de la Universidad de Berkeley refrenda esta idea: el problema de la robótica a gran escala no es tanto el paro como las diferencias crecientes entre la retribución que reciben los perfiles más técnicos frente a los trabajadores con baja cualificación. “Pero eso son problemas derivados que están más relacionados con asuntos como los cambios negociación colectiva”.

Ante este escenario, ya hay muchas voces e instituciones que plantean que las máquinas coticen a la seguridad social. Una posibilidad que han puesto sobre la mesa en el Parlamento de la Unión Europea, pero también en el Pacto de Toledo, el órgano que vela por el futuro de las pensiones en España. Todos ellos hablan de estudiar la posibilidad y “mecanismos innovadores” para exigir un gravamen por el uso y mantenimiento de cada robot.

Hay cifras oficiales que hablan de que la automatización puede suponer un 30% menos de ingresos impositivos a las arcas públicas con todo el riesgo para el mantenimiento del sistema público que existe. Gutiérrez cree que hay muchas dudas por resolver para no lastrar la innovación. “¿Cuándo consideramos que un robot sustituye a un trabajador?”, se pregunta. Apuesta por gravar el incremento de productividad y beneficios que producen esos robots y no su adquisición. “Eso sí, es difícil si tenemos una fiscalidad que permite declarar los beneficios en otros países mientras los ingresos se producen localmente”.


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